Salvamento en la playa de Valdoviño
He leído que los socorristas de la playa de Valdoviño salvaron a una persona de morir ahogada y no es cierto. Los hechos sucedieron según les cuento:
En la orilla estaban dos jóvenes y entraron dos o tres personas al agua junto a La Percebelleira, zona con bandera roja. Una de ellas salió del agua justo cuando la corriente de la marea se iba llevando a los que luego resultaron ser dos hermanos, que empezaron a hacer gestos solicitando ayuda desesperadamente, ante la ausencia total de personal salvavidas.
En ese momento, un chaval de 17 años, que luego supe que se llama Andrés Fernández, se lanzó al agua sin pensarlo, sin material adecuado de ayuda a la flotabilidad, ni aletas impulsoras. Al rato, vi como uno de los hermanos salía del agua e iba a avisar a los socorristas, mientras Andrés iba a por la persona que quedaba al fondo, que se hundía y había dejado de pedir socorro.
No había ni un solo socorrista en todo el arenal, ni tampoco en el balconcillo de la caseta, construcción esta que no vale para hacer vigilancia, pues las dunas de delante tapan toda la playa.
A los 20 o 25 minutos, el menor de 17 años logró traer, apoyándose en las olas y la contracorriente, a la persona que está ahora ingresada, y fue entonces cuando, tras ser avisados los socorristas por su hermano, se hicieron cargo de ella en la orilla prácticamente, pues no les cubría el agua ni por la cintura.
Pude hablar más tarde con Andrés y me comentó que, cuando llegó junto a la persona que se ahogaba, que estaba ya muchos metros por detrás de La Percebelleira, el hombre se encontraba boca abajo, con la cabeza sumergida, y solo le sobresalía la parte alta de la espalda, de manera intermitente a merced de las olas. Consiguió voltearlo y tras darle unos toques en la cara logró espabilarlo. El hombre se quiso aferrar al chico, que le pidió que le mirara a los ojos, que se centrara, se calmara y se dejara guiar, o perecerían los dos sin remedio.
El bañista, ferrolano y con residencia en Madrid, le dijo que se llamaba Marcos, que tenía dos hijos y no quería morir; así que el joven Andrés siguió hablándole y atrayendo sus pensamientos hacia temas positivos. Fueron —y soy testigo— 25 minutos de agonía e impotencia, yo miraba hacia el arenal y no veía ni un solo socorrista uniformado y me angustiaba al ver cómo ese chaval luchaba contra la mar y seguían ambos manteniéndose a flote.
Todo un héroe de 17 años que, aunque vive en Madrid, pasa en Galicia sus vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano desde los tres meses de edad. El trabajo y el esfuerzo lo hizo este chico y no los socorristas. Valdoviño es una playa traicionera para quien no la conoce. Los socorristas, ni tienen los medios adecuados, ni son los suficientes en número para garantizar cierta seguridad a los bañistas. Además, en la playa no hay servicio médico, hasta que llegó la ambulancia el hombre que había estado a punto de ahogarse no tuvo la atención profesional adecuada.
Gracias, Andrés Fernández, te jugaste la vida por un desconocido y eso te honra. Pablo Antonio F. C.
«¡Atención a todas las unidades, Toby está suelto!»
La obsesión del Ayuntamiento de A Coruña y su policía local con los perros sueltos roza el ridículo más absoluto. Les guste o no al mismo grupo de intolerantes de siempre, en A Coruña viven más de 20.000 perros. Si alguna de las personas que tienen poder de decisión en el ayuntamiento tuviera la más mínima formación y sensibilidad sobre el tema sabrían que es imposible tener un perro y mantenerlo durante todo su paseo atado, ya que los animales necesitan tener un gasto energético y una vida social que viene marcada por su especie e implica permanecer sueltos; no en los vergonzosos pipicanes, sino en un espacio amplio de esparcimiento durante una parte del día. Tener un perro suelto, como mínimo una hora y media al día, es una obligación en países como Suiza y no parece que hayan tenido problemas con esto. Controlados siempre por sus dueños para que no causen molestias a nadie, por supuesto.
Sin embargo, en A Coruña la Policía Local podría pasar a llamarse la Patrulla Canina, ya que parece que es el único cometido que tienen. ¿Que no hay ni un coche que vaya a 30 por los carriles así señalizados? No pasa nada, ni se les ve, ni se les espera. ¿Que ni los buses urbanos municipales respetan los límites de velocidad en ciudad? Bueno, pues qué se le va a hacer. ¿Que un policía local se cruza con una bicicleta o un patinete eléctrico por una acera? Pelillos a la mar. ¿Que el fin de semana muchas calles son los meaderos humanos y vertederos de todos los que se han pasado con las copas? Bah, la gente tiene que disfrutar... Eso sí, si Toby está suelto, su dueño o dueña serán perseguidos por tierra y hasta por aire, que ahí se ha gastado parte del dinero público este ayuntamiento: en un dron para comprobar que Toby está atado. María Martín. A Coruña.
Pasmado
Pasmado ao ver que as mulleres tamén son capaces de xogar ao «noso deporte rei». Pasmado ao ver que ademais poden ser campioas. Incluso do mundo. Pasmado ao ver que o noso espazo xa non é só noso. Pasmado por estar vendo o que cría que a elas non lles pertencía. Pois cría que só era «cousa de homes». Pasmado cando caio na conta de que elas tamén poden xogar co noso balón. O mesmo que a elas non lles deixabamos. Pasmado ao ver que elas ademais teñen a ousadía de vir empurrando ata o punto de que o que nós dabamos por feito que era, xa non o é. E sexa como sexa, será. Pero doutra maneira. E mellor. Moito mellor. Así que quero dedicar esta carta a todos os pasmados. Polo que levan pasmado. Polo que están pasmando. E por todo o que aínda lles queda por pasmar. Manuel I. Nanín. O Carballiño.
Servicio de transporte del Concello de Miño
El Concello de Miño tiene un servicio de transporte gratuito para los vecinos de las parroquias, pero últimamente no funciona como es debido. Tengo 82 años y el viernes pasado estuve esperando bastante rato en la parada de Miño a la hora fijada (10.45 de la mañana) y el coche no vino a recogerme. Finalmente tuve que coger un taxi para que me llevara a mi domicilio.
Unas semanas antes, el conductor nos llevaba a dos trabajadoras de un establecimiento de hostelería de Perbes y a mi, y, después de dejarlas a ellas, en vez de llevarme hasta mi casa (en San Xoán de Vilanova, a menos de 2 kilómetros), volvió a Miño para recoger a otras personas. Se supone que si voy en el coche es para que me lleve a mi destino, no para que me pasee.
Esta misma persona me dijo en una ocasión que yo no necesitaba hacer uso de dicho servicio de transporte, porque tenía dinero para pagarme un taxi, lo que me parece una desconsideración.
Creo que el Concello de Miño debe velar porque un servicio que ha puesto en marcha, aunque lo subcontrate a terceros, funcione como es debido y se trate con educación y por igual a todos los usuarios, que para eso somos vecinos y pagamos impuestos. P. Ana Andrés Ramón. San Xoán de Vilanova (Miño).