El inglés de San Andrés de Teixido

OPINIÓN

ED

03 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«A San Andrés de Teixido vai de morto que non foi de vivo». Yo he visitado varias veces el famoso santuario de la costa Ártabra, y no porque quiera ir de vivo para no tener que ir de muerto, como reza el tan repetido dicho. Lo cierto es que no me importaría volver desde el más allá para contemplar su extraordinario atardecer sobre el Atlántico. Ni siquiera me parece mal esa otra parte de la leyenda, según la cual, si uno no emprende la peregrinación en carne mortal luego la hará reencarnado en pájaro, en luciérnaga o en corzo. Si ha de ser así, que sea. Pero esta última vez he dirigido mis pasos de peregrino a otro monumento de este lugar mítico: la placa que recuerda al actor gran británico Leslie Howard.

Sí, Howard, el magnífico profesor Higgins de Pigmalión (la versión que él mismo dirigió) y el pánfilo Ashley Wilkes de Lo que el viento se llevó (no quería hacer el personaje porque le parecía un pardillo). Era tan buen actor que hizo de Romeo con 43 años y era creíble. Pero, además, Howard fue espía durante la Segunda Guerra Mundial, otro papel que había interpretado antes en el cine. La inteligencia británica le mandó a Madrid en 1943. Su misión consistía en entrevistarse con Franco para entregarle una carta de Churchill, en la que le instaba a que abandonase su apoyo a Hitler a cambio de favorecer el reconocimiento internacional de España. Para despistar a la embajada alemana se había programado una conferencia del actor en el Instituto Británico de Madrid sobre el Hamlet de Shakespeare. Pero no había forma de entrevistarse con el Caudillo. Hasta que a Howard se le ocurrió recurrir a una antigua amante, la actriz donostiarra Conchita Montenegro, una de las primeras musas españolas de Hollywood, la que le dio un bofetón a Clark Gable por besarla sin consentimiento expreso. Por aquel entonces, la Montenegro era la prometida de un jerarca de la Falange. El reencuentro en el Ritz entre los dos antiguos amantes debió de ser como el de la película Prohibido, en la que se había conocido años atrás en Hollywood: una escena tórrida en blanco y negro fuertemente iluminada. Y también censurada, porque el prometido de la Montenegro andaba algo mosca con el asunto y no dejaba de vigilarles. Quizás para librarse cuanto antes de aquel incómodo inglés, fue él quien le facilitó finalmente la entrevista en El Pardo, que se disfrazó como un encuentro para hablar de una posible película sobre Cristóbal Colón (pena que fuese mentira, hubiese sido un proyecto interesante). El caso es que, poco después, Franco retiró su División Azul de Rusia, así que quién sabe si la historia de España la cambió un galán del cine británico.

Sea como fuere, Howard no vivió para contarlo. Al avión civil en el que volvía a Londres le salieron al paso unos cazas de la Luftwaffe que lo derribaron en la costa gallega, cerca de San Andrés de Teixido, de ahí el pequeño monumento. Se cumplieron este verano los 80 años de aquello.

Conchita Montenegro se estaba probando el vestido para el estreno de su película Ídolos cuando le dieron la noticia, y yo fantaseo con que se quedó pensando, con ese gesto de belleza enigmática que ponía en el cine, si el soplo a los alemanes no se lo habría dado su prometido celoso. Pero eso es una teoría mía. En cuanto al cuerpo de Howard, no pudo ser recuperado nunca. Quién sabe si él, que literalmente foi de morto a San Andrés de Teixido, no hizo el último peregrinaje como manda la tradición: convertido en pájaro, en luciérnaga o en corzo.