Por arte de magia electoral Puigdemont ha pasado de delincuente en Waterloo a novio a la fuga en el Parlamento bruselense. Puesto que en política dos y dos son cuatro solo hasta que hacen falta cinco, al santo súbito Carles le salen pretendientes hasta debajo de los escaños. Al baile no podía faltar Yolanda Díaz, quien tanto se junta un día con el papa Francisco como al otro con Belcebú, giros de guion que justifica con una sonrisa y este dato: hacer felices a las gentes de este país. He aquí a esta mujer y su coherencia, ambas en Bruselas, a centímetros de Carles, al que España le duele todavía menos de lo que le duele su peinado. Ella mostrando el dedo índice, como a punto de rodear las muñecas de él con unas esposas mientras verbaliza un «calladito y contra la pared». Pero no. Si Yolanda se ha aparecido allí es en calidad de genia de la lámpara, si ese dedo índice tiene una función va a ser la de subrayar esto: «Carles, pide un deseo, el que sea, y se te concederá».