El pitufo gruñón, el de la mítica nube negra sobre su cabeza, es español. No sé dónde cae el poblado pitufo. Sí lo sé, en el territorio de nuestros sueños, de nuestra infancia y de la creación. Pero lo que le faltó decirnos al genio que parió a los seres azules, el dibujante belga Pierre Culliford, Peyo, es que el personaje del pitufo gruñón lo había copiado de un español. Y, si me apuran, casi, casi, de un madrileño. No hay personaje más protestón que el español/madrileño. Ese que además habla a gritos. Si algo se hace bien, le parece mal. Si algo se hace mal, le parece fatal. Somos así. Son así.
Viene a cuento de que, con la alerta por dana en Madrid y Toledo, volvimos a pasar por esa tortura del tipo que lo critica todo.
La fiesta la empezaron a organizar periodistas deportivos que estaban en antena en horario de máxima audiencia, cuando las autoridades les dejaron sin el Atlético de Madrid-Sevilla por la amenaza de fuertes lluvias. Se suspendió el partido por precaución y, como no aparecía todavía la lluvia, empezaron con el cachondeo crítico con los gobiernos de todos los colores. «Cuatro gotas y nos suspenden el partido», decían. Que se lo repitan al niño Ethan, que salvó su vida al encaramarse a un árbol durante horas y que ayer no paraba de dar las gracias a los equipos de rescate. Que los negacionistas de la dana se lo cuenten a las familias de los tres muertos que ya hemos contabilizado. Cinco, con los del sábado.
Nunca hay que hacer chistes con las alertas. Esta entró directamente en los móviles con un pitido, como de amenaza nuclear, según los chistosos, en castellano y en inglés. Si unos expertos deciden que hay que protegerse por si acaso, lo hacen por algo. No todo el mundo tiene el vicio de ser diletante. Los hay que han estudiado y saben lo que hacen. O lo intentan, con los datos en la mano.
El por si acaso, en este tipo de emergencias, se supone. Es necesario. Nunca se acierta al cien por cien. Pero al final llegó la noche y la lluvia fue a más, y con ella el castigo a las personas, a sus coches, a sus casas. Claro que se quedó mucha gente atrapada. Vean las imágenes de Aldea del Fresno y callen, por favor.
Por una vez tiene razón el ministro Marlaska, que tuvo que salir a poner en su sitio al presidente andaluz, Moreno Bonilla, que se precipitó y salió a criticar a los alarmistas. El domingo, el presidente andaluz señaló que «si un organismo público alerta de peligro extremo debe estar muy seguro, porque eso tiene consecuencias sociales y económicas». Marlaska le ha tapado la boca saliendo a defender la alerta de la Aemet: «Frivolidades, cero». Los que se quedaron sin el partido entre los del Cholo y el Sevilla, que revisen las imágenes del domingo por la noche. El pitufo gruñón se permitía criticar hasta las tormentas porque la nube negra que llevaba sobre su cabeza nunca le descargó un temporal. El temporal era él con su negatividad y su mala leche. Cuando Filomena heló Madrid, la crítica llegó por no avisar. Ahora llega por avisar. Ya está bien de gritar por gritar.