Un poco de recochineo en el viejo Twitter o un cadáver. A la vista de los insultos recibidos en las últimas horas por la Agencia Española de Meteorología queda claro que a personas como el alcalde de Madrid le preocupa más un chiste en el universo digital que una desgracia en el real. Se conocen los hechos. El sábado, la Aemet pronosticó un episodio de lluvias dramático en Madrid que efectivamente aconteció, aunque en la almendra de la capital de España, que más bien es el ombligo de muchos, las precipitaciones se quedaron en orballito. A pocos kilómetros de la puerta de Alcalá, el diluvio fue el predicho, con varias víctimas mortales y daños cuantiosos. Pero en el viejo Twitter el mundo giró en torno a las cuatro gotas del cogollo capitalino y los científicos de la Aemet fueron pasados a cuchillo no solo por el alcalde, sino por el presidente andaluz, que, al sur de Despeñaperros, en un ejercicio de cuñadismo en diferido, también cuestionó los métodos de la agencia y echó combustible oportunista en el surrealista linchamiento al que han sido sometidos este organismo y sus científicos. No se sabe qué pensarán las familias de los muertos de carne y hueso a los que no salvó ni la previsión ni la alarma telefónica, a las que imagino despavoridas porque para muchos no llovió lo suficiente o no llovió al gusto de todos.
Lo mejor de esta última gota fría ha sido constatar la precaria cultura de señores tan importantes, que no acaban de entender cómo funciona la ciencia meteorológica y que prefieren desacreditar a un organismo al que cada día vamos a tener que recurrir más, y no solo para planificar el puente de diciembre.
Claro que esto también es por culpa del sanchismo y la coalición Frankenstein, que andan engañando a los madrileños con alarmas y lluvias infundadas.