Woody, Roman, Luc y Jorge

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

ETTORE FERRARI | EFE

07 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen que Italia y España son parecidas, pero allí todavía pueden expresarse libremente Woody Allen, Luc Besson y Roman Polanski, pese al sambenito que llevan colgado desde hace años por unas acusaciones de abusos sexuales que, al menos en los dos primeros casos, los tribunales han negado completamente. En el del director franco-polaco, la propia víctima lo perdonó por unos sucesos ocurridos hace más de 60 años y después de que Polanski admitiese su responsabilidad. «Lo que pasó nunca fue un gran problema para mí. Ni siquiera sabía que era ilegal, que alguien podía ser arrestado por ello (...). Cualquiera que piense que merece estar en prisión [Polanski] se equivoca», dijo Samantha Geimer en marzo pasado.

Gracias a que la cultura de la cancelación no rige en el Festival de Venecia fue posible que los tres cineastas presentaran allí sus nuevas películas. Cuento los días para poder disfrutar de The Palace, de Polanski, a pesar de las críticas recibidas, después de ver su estupendo anterior filme, El oficial y el espía, sobre el caso Dreyfus: otro ejemplo de falsas acusaciones y caza de brujas —a finales del XIX— que acabó salpicando incluso a los defensores del militar francés, como el novelista Émile Zola, que tuvo que exiliarse en Londres.

En la ciudad de los canales, a Woody Allen le preguntaron por el pico de Rubiales y se mojó: «Es difícil imaginar que una persona pueda perder su trabajo por dar un beso en público», señaló, y añadió: «Estuvo mal, hizo algo incorrecto... pero no fue como si hubiera quemado un colegio». No sé qué habría pensado el director de Delitos y faltas si le dicen que la polémica se llevaría por delante también, dos días después, al seleccionador nacional femenino solo por aplaudir a su jefe en una asamblea. Jorge Vilda no besó a ninguna jugadora, no las maltrató, ejerció su trabajó con profesionalidad y tuvo la suerte de alcanzar el mayor de los éxitos con su equipo. La Federación Española de Fútbol lo despidió destacando «su intachable conducta personal y deportiva, siendo una pieza clave en el notable crecimiento del fútbol femenino en España». Para reír, por no llorar.