En general, los catalanes, no son gentes que destaquen por su gracejo y salero, más bien al contrario, son serios y reservados, con un fuerte sentido de la solidaridad y de pertenencia al grupo. No hay más que ver cómo bailan la sardana, donde el grupo danza en círculo con las manos unidas en perfecta paridad hombre y mujer. También los castellers son un alegoría de cómo la fuerza del grupo, la piña, es capaz de sostener una torre humana hasta conseguir el objetivo de que un niño, el enxaneta, llegue a los más alto y ondee la bandera.
Pero Cataluña hace mucho tiempo que no es un solo pueblo, sino un tutti frutti genético. En la Terra Alta de Tarragona, rayana con Aragón, se baila tanto la sardana como la jota y he visto castellers en Valls donde el enxaneta era un niño norteafricano.
Este feliz mestizaje también alumbró, allá por los años 50, en la calle de Gracia y el Raval el nacimiento de un ritmo universal, la rumba catalana, propuesta hace poco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Antonio Gonzalez el Pescaílla (marido de Lola Flores) fue quien la popularizó, mezclando los compases flamencos con rumbas cubanas, dando lugar a un ritmo que ya es eterno.
Los padres de la rumba catalana son gitanos catalanes, el Pescaílla lo era, como lo fue el gran Peret; otros herederos, como Gato Pérez, Los Chunguitos, Muchachito Bombo Infierno, Calamaro, los Estopa, los Gipsy King y un montón de artistas más de todas partes continuaron la melodía, que llega hasta nuestros días con Rosalía.
En otras épocas, la rumba catalana hizo bailar a toda España con el Borriquito como tú, el «no estaba muerto, que estaba de parranda» de Peret, el Amigos para siempre de Los Manolos en los juegos del 92 o la versión rumbera de «dos extraños son» del Pescaílla.
Cataluña seguía animando la fiesta con una pléyade de excelentes grupos y cantantes rumberos.
Actualmente, y después de la calamidad del procés y su ristra de despropósitos, una inmensa minoría de catalanes supremacistas se han puesto a tocar las palmas y hacer bailar la rumba catalana a toda la clase política.
El nuevo Peret (Pere Aragonés) y el Pescaílla Puigdemont, han resucitado la rumba como arma infalible para sacar a la pista a todo el personal.
Habrá que ver cómo acaba la sesión vermú y quién es el heroico o heroica enxaneta que trepa y ondea la bandera en Flandes.
Falta la versión de Pere Aragonés del temazo de Peret La fiesta no es para feos y la de Carles Puigdemont de El muerto vivo.
Para acabar la fiesta con el Amigos para siempre.