Por regla general, leer los comentarios en redes sociales es asomarse a una sima. Reina la miseria moral. Apenas hay rastro de humanidad o debate constructivo. Y los hechos sobre los que se opina no suelen importar, las posiciones están fijadas de antemano, desde las trincheras.
Es un problema universal. Salvo que los sistemas de inteligencia artificial nos ayuden a contenerlo, no hay moderación que valga. Twitter (X) tiene merecida mala fama, pero los hilos de comentarios de Facebook son pozos infinitos de odio. Y en TikTok reinan el machismo ultramontano y la misoginia.
En este contexto, en el Reino Unido dos exfutbolistas de primer nivel con presencia en medios se prestaron a un interesante experimento llamado The Social Swap. Jill Scott, ganadora de la Eurocopa con la selección inglesa, y Gary Neville, histórico del Manchester United, intercambiaron sus cuentas de Twitter cinco días. Sin hacerlo público. Y se pusieron a escribir sobre fútbol.
¿Qué pasó? Que de buenas a primeras a Gary le espetaron, entre otras lindezas, un elocuente «vuélvete a la cocina». Los autores de esas respuestas pensaban que era Jill. No les importaba lo que hubiera tuiteado, solo que era una mujer. Según sus antediluvianos esquemas mentales, ella, toda una campeona, no estaba capacitada para hablar de fútbol.