El Ayuntamiento de Valencia acordó esta semana iniciar el procedimiento para recuperar la denominación castellana de la ciudad, Valencia, que será oficial junto a la valenciana, Valéncia. ¿O será València? Esta última forma, con acento grave (`), es actualmente el nombre oficial. En la iniciativa que ahora echa a andar, además de oficializar el topónimo Valencia, se propone cambiar en el nombre en valenciano el acento grave por el agudo (´). El PSOE acepta incorporar el nombre en castellano, pero no está dispuesto a transigir con el cambio de la tilde.
En la raíz del asunto está el rechazo de Vox, partido imprescindible para que el PP pueda gobernar el ayuntamiento, a la identificación del valenciano con el catalán. El diccionario de la Academia Española define así aquella lengua: «Variedad del catalán que se habla en gran parte del antiguo reino de Valencia y se siente allí comúnmente como lengua propia».
Tras la crisis de la tilde asoma el conflicto lingüístico sobre la relación del valenciano con el catalán. La Acadèmia Valenciana de la Llengua coincide con el Institut d'Estudis Catalans en que el topónimo de la ciudad es València. Se apoya en la tradición y en la obra de escritores de prestigio, pero cae en la contradicción de promover la pronunciación cerrada de la e del topónimo, que es como la articulan los valencianos y a la que le corresponde el acento agudo (Valéncia). Por su parte, la Real Acadèmia de Cultura Valenciana escribe en su ortografía Valéncia, en lo que coincide con Lo Rat Penat, entidad que considera que catalán y valenciano son lenguas diferentes y cuyas tesis defiende Vox.
El problema para los proponentes es que para que prospere el cambio de acento gráfico es necesario el visto bueno de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Esta institución se constituyó durante el gobierno del popular Eduardo Zaplana, y según el Estatuto de Autonomía es el órgano competente para dictar normas sobre el valenciano.
El conflicto lingüístico valenciano va más allá de un acento gráfico y en el tiempo es muy anterior a la creciente polarización política de los últimos años. Lo ideal, en cualquier idioma, sería que problemas como estos los resolvieran los expertos atendiendo solo a criterios científicos. Lo absurdo sería acabar poniendo las tildes, las comas, las mayúsculas o las bes y las uves según el partido al que vote cada uno. ¿Se imaginan una babel así?