El colapso sanitario

Eduardo Vázquez Martul MÉDICO

OPINIÓN

CESAR QUIAN

20 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy [el autor escribió el texto a principios de esta semana] necesité de la asistencia sanitaria de la Seguridad Social en un centro hospitalario. Muy a pesar, pude observar algún servicio médico totalmente colapsado. Había colas de pacientes; unos se encontraban de pie, otros sentados esperando su turno. La situación se hacía interminable.

Al mismo tiempo, el personal sanitario se veía desbordado, activo, y lo peor, estresado para dar salida a una demanda cansada de aguardar en interminables listas de espera.

No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta del gran desequilibrio entre oferta y demanda. Muchos y exigentes para tan pocos. Pero no estaba el problema que yo constataba solo en la espera. Otro hecho que me llamó la atención: el 90 % de los que esperaban se podían considerarse con personas de esa fatídica edad «de los mayores», o para ser claros, «de los viejos». La vejez exigiría un monumento, ya que después del trabajo de toda una vida ha facilitado que muchos puedan disfrutar del presente. Hay muy pocos médicos para una población in crescendo que necesita cada vez más cuidados especiales.

La realidad que estoy describiendo en estas breves líneas es la que ensombrece un futuro incierto.

Las enfermedades crónicas, que se asocian a la edad, exigen tratamientos cada vez más costosos que a su vez incrementan un desmesurado gasto farmacéutico. Necesidad de nuevas tecnologías, (los avances médicos así lo exigen) que potencian un círculo vicioso, multiplicando el gasto sanitario.

Para complicar dicho círculo vicioso, la evolución lógica de la ciencia médica, crea nuevas especialidades que multiplican la demanda, aumentando las expectativas de vida. No debemos olvidar que somos uno de los países más longevos. Algunas opiniones, no exentas de contaminación política (la alternativa política se mezcla con frecuencia con la alternativa técnica), consideran que la creación de grandes hospitales, por cierto, muy costosos y difíciles de gestionar, podría arreglar el desequilibrio, cuando el problema se centra en potenciar la medicina familiar y dotar a los centros de salud. El precio de la cama hospitalaria sigue subiendo cada vez más. No hay gestión que lo pueda controlar. ¿Y cuál sería una alternativa factible? «Doctores tiene la Iglesia», a los que pagamos para resolver esta grave situación que pone en riesgo una de las conquistas mas notorias de esta España maltratada.

Una alternativa lógica sería invertir en prevención, en educación sanitaria desde la infancia, potenciar la medicina comunitaria, el mejor filtro para contener un gasto y la frecuencia hospitalaria de los enfermos. Pero para eso, el médico de familia debería convertirse en la especialidad con mayor grado de preparación, prestigio y vocación; esta última casi en desuso, por desgracia.

Sin embargo, me temo que estamos en el país de los «intereses creados». Difícil tarea cuando «el poder médico», el que da «prestigio social», recae en el médico especialista hospitalario, o cuando una política equivocada cree que hay que bajar impuestos pasando la solución por saber gestionar mejor el erario público.

Pero el problema añadido es que el pensar no da votos.