Efectos latentes del ataque de Hamás
OPINIÓN
En 1995, Benjamin Netanyahu escribió Fighting terrorism. En este libro, el primer ministro israelí distinguía entre la función manifiesta y la latente del terrorismo. Mientras que en el caso del atentado del 7 de octubre la primera ha quedado absolutamente clara —causar el mayor dolor posible—, la latente no ha sido lo suficientemente señalada.
El ataque de Hamás supone, primero, la suspensión de los acuerdos de Abraham. Desde las negociaciones de Madrid, Oriente Medio no vivía un momento tan esperanzador como el que nos regalaron estos acuerdos, cuyo último episodio sería la normalización de las relaciones entre Arabia Saudí e Israel. Ese hecho hubiera puesto en una tesitura muy complicada a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que no habría tenido más opción que sentarse a negociar con Israel. Además, lo que ocurrió el 7 de octubre supone la vuelta a la división de Occidente: mientras la guerra en Ucrania había servido para que las orquestas de la Unión Europea y de los Estados Unidos tocaran conjuntamente, olvidando las fisuras provocadas en Europa por la guerra de Irak, esta unidad parece resquebrajarse ante los millones de matices que tratan de marcarse en las medidas respuestas al ataque de Hamás.
Otra consecuencia latente es la vuelta del terrorismo a Europa. Cuando habíamos olvidado el terror de vivir con el miedo a ser asesinado, las noticias procedentes de Francia y Alemania nos recuerdan que seguimos siendo vulnerables, y que un individuo radicalizado puede acabar con nuestra placentera vida en cuestión de segundos. ¿Veremos medidas excesivas que violen nuestros derechos como ciudadanos, poniendo como excusa la todopoderosa lucha —o incluso la guerra— contra el terror?
Esto tiene como consecuencia la cancelación del diferente. Estamos viviendo el resurgir de un antisemitismo que comenzaba a remitir. No en vano, este fin de semana Berlín ha visto cómo las puertas de las casas donde viven judíos aparecen señaladas con la estrella de David. Por otro lado, si bien Hamás no representa a todos los palestinos, desde luego aún menos representa a los 23 millones de musulmanes que viven en Europa.
Con todo, la última consecuencia es la demonización de Israel, que ahora trata de buscar seguridad eliminando la amenaza que acecha al otro lado de su frontera y que impide a la ANP avanzar hacia la paz. Israel había logrado mediante una hábil diplomacia pública mejorar su reputación internacional y eso merece cuanto menos una oportunidad. No seamos más duros con Israel de lo que lo fuimos con otros estados. No hablemos de genocidio cuando no lo hicimos en Afganistán o en Irak. Aunque solo sea porque la cepa del terrorismo en otros casos estaba a miles de kilómetros, y en el caso de Israel esta está al otro lado de la valla.