No se engañe: no trabajaremos menos horas

Javier Santacruz Cano ECONOMISTA

OPINIÓN

María Pedreda

25 oct 2023 . Actualizado a las 21:11 h.

Quizá pueda sonar contundente el título de este artículo, pero es el escenario más probable. Siento la decepción que le pueda causar al lector. La promesa de reducir la jornada laboral a 37,5 horas frente a las 40 horas actuales es una medida con múltiples problemas de implementación real. Parte de la idea (equivocada) de que aquello que se establece literalmente en la normativa laboral se cumple sin restricciones en la práctica, sin pensar que existe una distancia considerable entre lo que la regulación dice y las consecuencias que esta tiene en la práctica.

Si no hay un cambio radical de los procesos productivos (productividad por hora trabajada, organización del trabajo, integración en las cadenas de valor…) el número de horas de trabajo reales quedará, ceteris paribus, invariante. Solo cambiará el «formato», porque la propia normativa no puede taponar todas las vías de escape que la realidad ofrece. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, con la limitación extrema de la contratación temporal.

En estos últimos dos años de aplicación de la reforma laboral de Sánchez y Díaz, los ocupados del sector privado que define la EPA como de «duración indefinida» se han disparado del 73,1 % hasta el 82,4 %. Aparentemente parecería un resultado extraordinario, pero lo que esconde es que a esta formulación que hasta la fecha reflejaba la estabilidad del empleo, se han acogido la inmensa mayoría de los trabajadores temporales, los cuales regulan su «temporalidad» a través de la duración de ese contrato teóricamente «indefinido».

Al mismo tiempo han aparecido fórmulas como el trabajador «indefinido discontinuo» que ha duplicado su presencia (siendo una figura minoritaria) y, sobre todo, la regulación vía duración de contratos y la contratación a tiempo parcial. Precisamente estas serán las más que probables vías de escape para mantener las horas reales de trabajo. Y si la productividad no avanza y la economía española quiere producir más, tendrá que forzar la ampliación de horas de trabajo. Para ver esto hay que sumergirse en lo más profundo de la EPA, porque la distancia entre la definición estadística y lo que supone en la realidad es cada vez mayor.

Por tanto, al menos, no esperemos trabajar menos horas. Este tipo de anuncios generan una falsa esperanza en los trabajadores que están más afectados por una dinámica laboral exigente o que tienen problemas de futuro difícilmente resolubles. Más aún cuando los salarios no terminan de despegar y, a lo sumo, están creciendo en torno al 3,5 % anual, pero con incrementos de más del doble de la presión fiscal vía cotizaciones a la Seguridad Social. Después de una cierta euforia inicial, llega la decepción que se traslada en descontento social y tiene consecuencias sobre la estabilidad del marco laboral, las protestas contra las empresas y el propio Gobierno.