![](https://img.lavdg.com/sc/GONwBz-oxV46c951a5aoOWrjHeo=/480x/2023/11/08/00121699473961988451578/Foto/efe_20231108_120714330.jpg)
Cuando los padres pierden el respeto a los profesores de sus hijos, cuando desprecian el trabajo de los docentes, se produce una consecuencia inmediata: los niños también dejan de hacer caso a sus maestros. Cuando unos padres insultan a los vecinos, sus hijos aprenden que pueden agredir verbalmente a sus compañeros de colegio cuando no estén de acuerdo con ellos, porque no pasa nada.
Cuando nuestros políticos —esos a los que votamos más o menos ilusionados para que se encarguen de que nuestra vida vaya a mejor— se olvidan de las formas y de las reglas básicas de educación lo que están es perdiendo el respeto a sus compañeros de hemiciclo y a todos los que representan. Pero sobre todo están sentando un precedente peligrosísimo al darle normalidad a los insultos y agresiones verbales varias, y a los gestos obscenos.
Ayer hubo, al menos, dos episodios que no pasarán a la historia del parlamentarismo por su calidad. Uno ocurrió en Cataluña, cuando en medio de un debate la presidenta de En Comú Podem, Jessica Albiach, respondió a un diputado de Vox con una peineta. El otro, en Castilla y León, cuando varios diputados acusaron al vicepresidente de la comunidad, Juan García Gallardo, de Vox, de simular una felación dirigiéndose a dos diputadas socialistas, y fue necesario suspender el pleno.
¿De verdad que eso es todo lo que tienen que ofrecer nuestros representantes políticos? ¿En serio que la única forma que tienen unos diputados para expresar su desacuerdo con otra propuesta u opinión es una peineta o cualquier otro gesto obsceno? ¿Ese es el nivel de debate que son capaces de afrontar?
Darle normalidad a los insultos proferidos en una cámara legislativa, consentirlos sin darle más importancia, puede transmitir el mensaje de que se trata de un comportamiento aceptable. Si un diputado responde con un gesto obsceno en el Parlamento, ¿por qué no va a poder hacerlo cualquier ciudadano en su trabajo, en un comercio o en una escuela? En lugar de dar ejemplo, este tipo de reacción pone de manifiesto la mediocridad de algunos de los encargados de discutir y aprobar las leyes que van a regir la vida de los ciudadanos los próximos años. Con este nivel de debate político va a ser mucho más edificante apagar la televisión cuando ellos intervengan y optar por una conversación en el rellano con los vecinos o por una discusión con algunos amigos en el bar.