Mercedes Milá ha vuelto a Televisión Española, cadena donde se labró durante años una carrera como entrevistadora inmensa antes de consagrarse a las veleidades de Gran hermano. La casualidad ha querido que en su nuevo programa se enfrentase, y venciese, al espacio de telerrealidad de Telecinco en su enésima versión. Pero su realidad ahora es otra. Desde No sé de qué me hablas deja aflorar su instinto televisivo genuino para cuajar un formato que intenta hacer algo que debería ser sencillo: hacer que dos generaciones distintas hablen con afán de entenderse. Su primer programa fue una cumbre diplomática entre jóvenes que no saben quién fue Lola Flores y mayores que no conocen ni la música ni la estética de Harry Styles.
Milá e Inés Hernand conducen el programa de la mano, pero es inevitable que la primera, con cientos de horas de vuelo, parta con ventaja. Una parte importante del programa la componen los pequeños vídeos intercalados extraídos del archivo de TVE con algunas de sus entrevistas gran reserva, grabaciones que le sirven para desvelar anécdotas e historias. En Gran hermano nunca tuvo la presentadora reparo alguno en sacarse la ropa si hacía falta remar a favor del espectáculo. Aquí se puso de rodillas y demostró la técnica precisa para volver a levantarse cuando se superan las siete décadas de vida.