Soplamocos

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

JOSE MANUEL CASAL

19 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace poco, mientras paseaba por la ciudad, cacé al vuelo la reprimenda que un padre le propinaba a su hijo de corta edad: «Y la próxima vez te doy un soplamocos que se te van a quitar los caprichos». Hacía años que no oía la palabra soplamocos y, aparte de esbozar una sonrisa cómplice para con el padre, también lo hice con el hijo, que le miraba atónito, intentando calibrar las consecuencias que supondría recibir tan rimbombante amenaza de la que no tenía referencias.

Como suelo hacer cuando de insultos se trata, recurrí al Inventario General de Insultos de Pancracio Celdrán, auténtica biblia de injurias, improperios, insolencias y demás expresiones ofensivas de nuestra lengua, pero no encontré tal entrada. Solo registra la voz soplapollas como variante caritativa de gilipollas, cuya fiereza atenúa.

Continué la investigación y en el diccionario de la RAE se define como «golpe que se da a alguien en la cara, especialmente en las narices». Presenta varios sinónimos, como sopapo, guantazo, bofetón, castaña, galleta, mojicón, moquete y más.

El Diccionario Etimológico de Corominas abunda: «En origen, un soplamocos era un niño que solía llevar los mocos colgando y continuamente los estaba sorbiendo (soplando)». En el Siglo de Oro (XVI-XVII) empezó a usarse para referirse a un guantazo fuerte dado sobre la nariz, de modo que el agredido quedaba soltando mocos, como los mencionados niños. En el estándar es siempre plural («un soplamocos») y se refiere siempre al guantazo dado a un niño, raramente a un adulto.

Pensando en por qué ya no se oye tanto la palabra soplamocos, caí en la cuenta de que ya no se ven aquellos niños que exhibían unas fantásticas velas colgando de la nariz. Muchos los recordaremos con nostalgia infantil y, sin duda, sabemos muy bien lo que era un soplamocos.