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No resulta fácil ser rana. Es un animal en peligro de extinción, aunque no lo parezca. El Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios se dedica a cuidar las ranas. Está en medio de los Andes. Esta institución científica no solo protege a las ranas, sino que también fortalece su reproducción. Quiere que no desaparezcan. Que perduren. Por ello dedica sus esfuerzos a no permitir que desaparezca la multiplicidad de sus especies. Gracias a Jambatu conocí la historia de Santiago Triste. Santiago Triste era el único individuo de la especie de rana Arlequín Verrugosa. Un macho. Le buscaron pareja. Días y días en su procura. Hasta que la encontraron. Fue una noche de lluvia, cuando las ranas salen a pasear. En el alto de una montaña de Ecuador. El cuento, que no es cuento, continúa. Sin embargo no voy a narrar el final (quizá todas las historias hermosas nunca tienen final). Lo dejo en suspenso. Como la cuerda floja por la que caminan los equilibristas.
Dicho todo lo anterior, se preguntará usted a qué viene la historia de Santiago Triste en esta columna semanal en la que hablo, o lo intento, de política. Se me ha ido la cabeza, tal vez. O puede que se trate de que estoy escribiendo la última columna política del año. Y me he puesto a recordar. Y nada mejor que Santiago Triste para mirar atrás y contemplar cómo se nos ha ido el tiempo: parloteando sobre el deterioro de nuestra democracia. Así es. En el 2023 hemos visto cómo un partido que no llega a los cuatrocientos mil votos, liderado por un huido de la Justicia, ha dictado el destino de todos los ciudadanos. También cómo se ha pactado una ley de amnistía que quiebra la división de poderes, la igualdad entre españoles y el Estado de derecho.
Hemos visto condenar sin paliativos (zaherir e insultar) a los conservadores, liberales, y otras gentes de derechas, y ensalzar la palabra «progresismo» como si fuese maná que llueve del cielo. Contemplamos una sesión de investidura en la que el líder «progresista» despreció al Congreso, y todo lo que representa, colocando en la tribuna de oradores a un señor vociferante que semanas después fue nombrado ministro. Nos dijeron que económicamente todo iba de maravilla cuando nuestro poder adquisitivo aumenta la brecha, la distancia, con la media europea. Seguimos siendo líderes en paro en toda la Unión Europea (y el paro juvenil es mejor no citarlo).
Quiero decir con todo lo último que nos engañaron. Y que nos han vuelto a engañar. Pero usted ya lo sabe. Igual que nos engañaron con los indultos, la sedición o la malversación.
Finalmente, España sigue en manos de los que no creen en España (Bildu, Esquerra, Junts, etcétera).
Quizá comprendan ahora por qué me ha conmovido la historia de Santiago Triste. Como no cuidemos a la rana, nos quedaremos sin ella. Los fundamentos de nuestras libertades, de la Constitución a la Justicia, no pueden ser especies amenazadas. Y, por desgracia, lo son.