Y después, el Empecinado, empecinarse y empecinamiento. Quien no se haya interesado antes por el asunto puede creer que el apodo de Juan Martín Díez el Empecinado se debe a que tenía un carácter obstinado, terco. El proceso fue el inverso. De ello da cuenta el Diccionario desde 1925, cuando señala que el verbo empecinarse surge por alusión al mítico luchador.
Este héroe de la guerra de la Independencia, que iba para labrador y acabó combatiendo al francés como militar y guerrillero, nació en Castrillo de Duero (Valladolid), cuyos moradores recibían el apodo colectivo de empecinados (‘manchados de pecina') porque en un arroyo de aquel lugar, el Botijas, abundaba ese lodo oscuro, la pecina, fruto de la descomposición de materias orgánicas.
La vida de leyenda de aquel empecinado lo convirtió en el Empecinado. El adjetivo que podía atribuir suciedad cambió su valoración social con Juan Martín Díez. Una real orden le concedió en 1814 el privilegio de usarlo como nombre propio.
Pero el liberal Juan Martín Díez tuvo un triste final. Fue apresado por los voluntarios realistas y el 19 de agosto de 1825 fue ejecutado en Roa (Burgos). Parece que al verse ante el cadalso intentó huir, pero fue reducido y ahorcado. Cela da en Judíos, moros y cristianos otra versión de ese episodio, que pone en boca de uno de sus personajes: «El Empecinado, que llegó a romper las primeras filas [de soldados], cayó al fin acribillado a bayonetazos. [...] El corregidor, aún con miedo de que el héroe pudiera levantarse, ordenó que se hiciera la ejecución como si nada hubiera sucedido. [...] Y el pueblo de Roa vio ahorcar a un muerto... A un muerto que, en vida, fuera uno de los más bravos capitanes que los españoles tuvieron jamás».
Empecinado suele escribirse sin una coma que lo separe del nombre: Juan Martín el Empecinado. Así parece, por ejemplo, en el título correspondiente de la clásica edición de Aguilar de los Episodios Nacionales. En eso coincide con sobrenombres prototípicos, como Isabel la Católica o Alfonso X el Sabio. La coma sí aparece entre los antropónimos y los apodos: Margaret Thatcher, la Dama de Hierro; Joaquín Guzmán Loera, el Chapo. Aunque la falta de coma presenta Empecinado como sobrenombre, se ajusta más a lo que según los criterios de la Ortografía es un apodo, pues unas veces aparece con el nombre propio y otras sustituyéndolo, mientras que los sobrenombres siempre van junto a él.