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A los escritores nos mueve la intuición más que las certezas. Y cuando desertamos de la intuición nos convertimos en descriptores de realidades pisoteadas por el uso: las modas. La intuición es más fresca que la memoria. Es también más talentosa. Yo, estas Navidades, me he dejado caer entre los brazos de la intuición. Escuchaba Year of the Cat, la preciosa canción de Al Stewart. Tenía el teléfono móvil entre las manos. Y mientras el gato de Al Stewart maullaba, me llegó un vídeo. Suelo desecharlos con rapidez. Este, no. Dos mozas hablan con su padre y le preguntan qué quiere de regalo. ¿Un camión?, lo interrogan. El padre, en una conversación natural, contesta que quiere un autobús. Y ya ves al padre, acto seguido, dándole entrada en el autobús a gentes de toda condición. El padre es Alfonso Rueda y con él como protagonista se ha realizado un trabajo preelectoral que quiero aplaudir públicamente. Porque está pleno de humor, de significaciones, de ilusión e ilusiones. Es divertidísimo. Olvida toda amargura. Y, entre tanto ruido político que nos viene de Madrid, ofrece la altura real de nuestra Galicia: alejada de los sables y dardos y cruces de navajas que se oyen desde la meseta. Si usted no ha visto el vídeo de Rueda («¡Galicia rueda!», grita Rajoy en una breve escena), hágalo. Endulzará este comienzo de año que a mí me parece el año de Rueda. Intentaré explicar por qué.
En primer lugar, porque los altavoces de eso que denominan «progresismo» ya han lanzado sus mantras habituales: que no se ha hecho nada en catorce años, que el PP gallego está a las órdenes de Feijoo y Ayuso, etcétera, pero también han buscado el modo de zaherir al candidato popular a las autonómicas del 18 de febrero. Dicen que no posee carisma. Suele suceder cuando la oposición tiene como adversario a un hombre cuyas mayores virtudes son el trabajo, la serenidad, las soluciones frente a los problemas, la calma en medio de todas las tempestades. Alfonso Rueda no precisa carisma porque Galicia no necesita a un ejecutivo carismático, sino eficaz. Aún así, niego la mayor. El carisma de Rueda reside en lo que el vídeo navideño resalta: la naturalidad. Rueda es un hombre (un conductor) en el que yo confiaría si estuviese en ese autobús. Y esa confianza se ve, se palpa, en los rostros de todos los que suben al vehículo. A Rueda lo definí hace tiempo como un hombre tranquilo. Y en esa tranquilidad, junto a su constancia y laboriosidad, reside su carisma. Así, mientras la oposición está instalada en la amargura, el PP está sentado sobre el caballo de la algazara y la sonrisa. Así, mientras ellos dibujan una Galicia en blanco y negro (una copia del discurso central del que tanto ha hablado el presidente Sánchez al referirse a la derecha), el Partido Popular pinta de colores el futuro. Ese futuro lo dirimiremos los gallegos el 18 de febrero. Si la intuición no me falla, será el día y el año de Alfonso Rueda.