No cabía mejor despedida de año que una muestra irrefutable de lo que ha sido Podemos en este decenio desde que apareciera en el 2014, en las elecciones europeas, y terminara en el grupo mixto en el 2023. Un camino truculento, por morboso y dramático, por el cesarismo desmesurado de su líder, por su impostada vicepresidencia de vocación bicefálica, y su pronta desaparición con dejes de amargura política, que han sido desde entonces el signo de la marca.
Podemos soñó con competir con el PSOE por el espacio socialdemócrata y al final se refugió, de la mano de su ministra de Igualdad, en un espacio feminista lleno de claroscuros. Los avances del feminismo de la mano de Irene Montero son tan innegables como sus grotescos errores, el tiempo equilibrará unos y otros.
Ese ha sido siempre el error de Podemos, el desprecio del acuerdo, las ganas de imponerse al otro, esa exhibición de aparente superioridad moral que en el fondo muestra rasgos de intolerancia impropios de la democracia; esa superioridad contra la que se han revelado extraños y propios, los de fuera y los de dentro.
El año terminó con Podemos rechazando la coalición con Sumar Galicia. Era visto, mejor cabeza de ratón que cola de león; el eterno problema de la izquierda, lo importante es no alimentar a Sumar, cuanto mayor sea la dispersión de voto, mejor, para quién.
El poder de Podemos ha quedado reducido al veto, al potencial de chantaje, que diría Sartori, que no es poco importante en los parlamentos multipartidistas, pero que genera pocas capacidades de construir y muchas de dificultar la política.
Marta Lois es la mejor candidata que puede tener la izquierda del PSOE en estos momentos, le guste a Podemos o no. Su apuesta por Galicia es una apuesta complicada, no solo por el reto de introducir un nuevo partido en el Hórreo, sino también por su propia lectura federal de España y de Galicia que tanto cuesta entender, sumidas todas en esta efervescencia dialéctica de nacionalismos, gallego, catalán o español, en la que últimamente nos encontramos.
Y es esta lógica federal, constructora de derechos diferenciados, singulares y colectivos, que requiere de la multilateralidad y la bilateralidad, la única que puede dirigir la profundización en el modelo autonómico español, porque todas las otras alternativas llevan a la confrontación o a la uniformidad.
Galicia fue fundamental para la institucionalización del PP en España; ahora lo es para el sostenimiento del formato multipartidista, que tan poco gusta a la derecha. Es año electoral en Galicia, pero estamos decidiendo muchas más cosas. Feijoo mira a Galicia, Yolanda mira a Galicia, Besteiro corre contra un tiempo robado y Ana Pontón busca el salto definitivo que nunca sucedió.
Rueda y Pontón, Besteiro y Lois, dos que ya estaban y dos que llegan. Pase lo que pase, viene un nuevo tiempo para Galicia, un tiempo en el que Podemos ya no suma. Buen año electoral.