La economía informal o sumergida se refiere a todas aquellas actividades económicas que se realizan fuera de los registros oficiales y, por lo tanto, escapan del control de las autoridades fiscales y regulatorias. Incluye tanto actividades ilegales como el trabajo no declarado y la evasión de impuestos en operaciones legítimas.
La existencia de la economía sumergida afecta a la eficiencia de la actividad económica. Es cierto que trabajar al margen de la burocracia facilita la agilidad con la que se trabaja, pero también lo es que la inseguridad jurídica afecta al crecimiento e inversión futuras. Además, las empresas que operan en la parte informal de la economía ejercen una competencia desleal frente a las que cumplen con la normativa vigente, desincentivando la inversión e innovación de estas últimas. Asimismo, los empleos suelen ser de peor calidad y sin ningún tipo de protección frente al desempleo y de beneficios sociales.
Como es obvio, una mayor proporción de economía sumergida resta recursos al sector público y dificulta la medición precisa del tamaño del PIB. Si no conocemos el qué, el cuánto y el cómo producimos bienes y servicios, complica la tarea de formular políticas económicas eficaces y eficientes que ayuden a mejorar el funcionamiento del mercado laboral, de la política fiscal o de las regulaciones a las que se enfrentan las empresas.
Pero, ¿cómo se puede medir algo que no sabemos que existe? Afortunadamente, la ciencia económica ha desarrollado una gran variedad de técnicas para poder realizar este tipo de mediciones. Recientemente, una investigación de Francesco Pappadà y Kenneth Rogoff han propuesto una nueva metodología para medir la economía informal llamada Evade.
¿En qué consiste Evade? Esta metodología compara los ingresos reales por IVA de los países de la Unión Europea con los ingresos que se esperaría obtener si todo el mundo pagara lo que debe. Para hacer esto, los autores analizan las estadísticas de consumo de la población, y estiman la recaudación de IVA en base a estos consumos. La diferencia entre el IVA que se debería haber recaudado y lo que realmente se recauda nos da una idea del tamaño de la economía informal.
Los resultados muestran que Grecia, Italia, España y Portugal son los países con un mayor peso de la economía sumergida. Por ejemplo, en nuestro país, uno de cada cuatro euros está fuera del radar de las autoridades. En cambio, en países como Irlanda, Estonia o los nórdicos, la economía informal representa entre el 5 y el 10 % del PIB.
Uno de los hallazgos más importantes de este trabajo es que se mide la relación entre el ciclo económico y el tamaño de la economía informal. En concreto, la economía sumergida es muy sensible a las condiciones económicas. A mayor crecimiento económico, menor es la actividad sumergida. A esta relación se le denomina como «efecto Hugo», ya que en la novela Los miserables Victor Hugo escribió que «cuando la población sufre, cuando falta trabajo, cuando el comercio es nulo, el contribuyente se resiste al impuesto por escasez, agota y excede los plazos».
En definitiva, las políticas económicas pueden influir directamente en el tamaño de la economía informal. Esta comprensión nos lleva a la necesidad de una regulación inteligente y equilibrada, una que fomente el crecimiento económico y la formalización de la actividad económica sin imponer cargas excesivas que puedan impulsar más negocios hacia la informalidad. Como un faro en la niebla de la economía sumergida, Hugo nos guía hacia la comprensión de que la verdadera solución reside en iluminar el camino de la formalidad, no en oscurecer aún más las aguas de lo informal.