«Autobajas: un beneficio para pacientes y sanitarios»

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

12 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las llamadas «autobajas»

Desde el año 2009, los médicos de familia hemos venido reivindicando un formulario de autocertificación de las bajas laborales de corta duración, al conocerse la existencia del autocertificado británico de ausencia por enfermedad (Sickness Self-Certification Absence Form), válido para siete días. El motivo: la sobrecarga asistencial por la cuestión burocrática que supone la tramitación de las bajas laborales por las infecciones respiratorias invernales (gripes, catarros), muy numerosas en este período epidémico. Pensemos en el hacinamiento de las salas de espera debido al requerimiento de un papeleo, que redunda en mayor riesgo de contagios. Pero nuestros responsables de política sanitaria nunca han debatido sobre su conveniencia o no, de ahí la actual confusión.

Ahora, el Ministerio de Sanidad ha hecho una propuesta de «autobajas», y se ha producido una reacción en contra bastante generalizada. Reparemos en que la firma de una autobaja implica la asunción de una responsabilidad, con posibles consecuencias en caso de falsificación, y así lo señala el referido autocertificado del National Health Service (NHS). Creo que los responsables ministeriales no han sabido explicarse de forma adecuada, por eso el mensaje no ha llegado bien a los agentes sociales ni a la ciudadanía, que probablemente desconocen los antecedentes.

La «autocertificación de ausencia por enfermedad» supone: responsabilidad de quien la firma; evitación de perjuicio a pacientes con cita; disponibilidad de tiempo para consultar, y beneficio para pacientes y sanitarios.

En suma, este procedimiento contribuye a la humanización asistencial. Y si fue posible en el NHS, por qué no lo ha de ser en nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS). Es cuestión de que se imponga la racionalidad sobre la emotividad. José Manuel Brea Feijoo. (Médico de familia, Vigo).

Alarma excesiva

En relación a la pérdida de un contenedor en las costas portuguesas que contenía sacos de «bolitas plásticas» que han llegado a nuestras costas y playas, y ante la sorprendente manipulación política (que no científica), convendría hacer una serie de consideraciones. Se habló en primer lugar de bolitas de poliuretano y más tarde de polímero de polietileno. En cualquiera de esos casos no se trata de ningún tóxico que dañe gravemente nuestras costas, como algunos, sin argumentos técnicos, nos quieren hacer ver. En una cadena nacional he escuchado hablar de «26 millones de toneladas de pélets» (se habrá confundido en seis ceros de más). Sinceramente, uno cree que se intenta alarmar en exceso, sin motivo real para ello, aún considerando que un vertido de esta clase —o de cualquier otra— no es deseable en absoluto.

Me permitiría recomendar a la Xunta que pida a cualquiera de las organizaciones científicas que tenemos que explique la composición exacta de los polímeros plásticos (cualitativa y cuantitativamente) y si estos son tóxicos o no. De esa manera, las elucubraciones e interpretaciones más o menos interesadas quedarían desmontadas por el rigor científico y no habría lugar para el alarmismo. Jorge Formoso Prego. A Coruña.