La campaña electoral aún no ha empezado, pero se multiplican las inauguraciones disimuladas, los desembarcos de líderes nacionales, las convenciones sin aportaciones, los debates sobre los debates, las entrevistas pactadas, los intentos por colocar eslóganes y las acusaciones desaforadas. Las redes echan humo y se usan más para atacar a personas que para difundir ideas. Cabe preguntarse si el nivel medio de la clase política se corresponde o no con la mediocridad que se observa en las redes. Los palmeros esperanzados por la promesa de algún cargo o los militantes con protagonismo transitorio están muy activos en internet, donde vuelcan su visceralidad.
Los analistas políticos de los periódicos suelen ser más ecuánimes, aunque también los hay muy partidistas. Se da por hecho que quien escribe sobre política durante la campaña lo hace para orientar el voto hacia un partido de ideología afín. No tiene por qué ser así. Para que el voto se mantenga tal cual no hay por qué adular a los votantes de toda la vida con argumentos como que los gallegos llevan años votando sabiamente. Para que se active parte del electorado y cambie el voto no hay por qué divulgar mantras como que ganarán los de siempre, pues ya se sabe que aquí abunda el voto cautivo. Para que se anime el abstencionista crónico no hay por qué incitar con provocaciones como que votar es imprescindible para compensar el voto de una masa de lerdos.
Si se opta por esa vía, se está minusvalorando al votante, pues se cuestiona su consciencia o inconsciencia, su conocimiento o desconocimiento, su información o desinformación, cuando lo más democrático es el respeto al ciudadano. Animar al voto no supone tutelar al votante. Las funciones de los candidatos, los articulistas y los creadores de contenido u opinión en redes sociales son diferentes. Existe el voto útil, no el voto sabio. Al votante habitual, cada vez de mayor edad, apenas parece preocuparle el riesgo de que, como decía García Márquez, la sabiduría le llegue cuando ya no le sirva de nada. Al abstencionista plastificado, escéptico por naturaleza, parece interesarle poco la utilidad del voto. Y a ambos parece no importarles nada la campaña en las redes.