Dos episodios después de su comienzo y a falta de cuatro para su final, es pronto para dictar sentencia sobre la cuarta temporada de True Detective y más aún para poder cotejarla con la venerada pieza original protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson, dos actores tan contrapuestos como sus intensos personajes y que ahora andan expandiendo la teoría de que en realidad podrían ser hermanos, hijos del mismo padre. A estas alturas de la dosificación semanal, ya la han abandonado algunos que no encajan que ahora sean mujeres como Jodie Foster las que puedan hacer el papel de una detective veterana y de vuelta de todo frente al mayor crimen de su carrera. Ellos se lo pierden. La serie seduce con un esquema de thriller clásico en el que hay unas víctimas, los trabajadores de una base científica en el Ártico; y un enigma para aclarar sus muertes entre pistas que van de la posible amenaza de los organismos que habitan en el permafrost a algunos indicios paranormales. Esta entrega transcurre en una Navidad en Alaska cuando aún faltan varias semanas para vuelva a salir el sol, un entorno hostil y opresivo en el que emergen, además, los conflictos sociales. Al tiempo que marca distancias con las entregas que la preceden, deja cabos sueltos y lanza nombres al aire con la sutil promesa de entroncar con la primera temporada.