«O porco cheo» de Europa

OPINIÓN

R. García | EFE

05 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida supera la ficción. Por avatares me tuve que estudiar de joven la normativa UE sobre bienestar de las gallinas ponedoras. No es broma. De los viciosos gallos hablaremos otro día. El caso es que en 1986 la entonces CEE aprobó su directiva sobre normas mínimas relativas a la protección de las gallinas ponedoras en batería (sic), pero la pérfida Albión, siempre puntillosa en el Rule of Law, recurrió ante el Tribunal de Justicia, y ganó: el Secretario del Consejo del Gólem bruselense había añadido texto a los considerandos, lo que entre nosotros sería una banal corrección de errores antes de su publicación, o un delito de falsedad en documento público, según el humor del fiscal. Por esta nimiedad, la CEE tuvo que aprobar otra directiva modificadora en 1988. Me da la sensación que los personajes que propiciaron la gesta nunca recogieron un huevo. Yo al menos palpé alguno en una parroquia estradense. Sus narices se encresparían con el cheiro. No contentos con este lío jurídico, en 1999 aprobaron otra directiva, que a su vez debe observar la directiva 98/58 relativa a la protección de los animales en las explotaciones ganaderas. Un horror.

Las cartillas de racionamiento alimentario se abrogaron en Francia en diciembre de 1949, cuatro años y medio después de la victoria contra el nazismo. No digo más. Cuando se pactó el Tratado de la CEE en 1957 había otras prioridades, como «garantizar la seguridad de los abastecimientos», objetivo vital todavía vigente en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Claro que en 1957 no había veganos en Europa, ni las burguesitas recogían los excrementos de sus escasísimas mascotas en los parques urbanos. Eso vino después, con la sociedad opulenta, que diría J.K. Galbraith —The affluent society, 1958—. O porco cheo dá co fuciño no cu, diría mi abuela.

Y hasta aquí hemos llegado, machacando desde las ciudades a quienes nos alimentan y garantizan nuestros suministros vitales. La tontería de la Bruselas actual nada tiene que ver con el europeísmo originario, el que estuvo a punto de crear la Comunidad Europea de Defensa en contra del nacionalismo asesino de los Estados que nos hundieron con guerras genocidas. De Gaulle, que torpedeó aquella comunidad defensiva con los comunistas, practicó luego la silla vacía en la CEE: con las cosas de comer no se jugaba, y punto.

Quién te ha visto y quién te ve, salvífica UE: defendida por Estados Unidos, abastecida por China, alimentada desde fuera. Salvar Europa exige cuidar a nuestros escasos labriegos y no cargarles un gestor administrativo a la chepa.