La falta es tan grande que no se puede dejar pasar. Hay ausencias que son gritos que conviene subrayar. Lo que pasó el martes en el Congreso de los Diputados no tiene nombre. Estamos acostumbrados a que nuestros políticos nos dejen con la boca abierta. Pero pensábamos, ilusos, que tenían ciertos códigos que no eran capaces de sobrepasar. Es necesario que nos escandalicemos con la larga lista de diputados ausentes en unas jornadas de sanidad, de todos los partidos. Recibían a la confederación nacional de entidades de ELA para escuchar la nueva ley que presentan en la sede del pueblo. Las dos anteriores leyes no salieron adelante porque habían sido presentadas de parte, por dos fuerzas políticas. Ahora los enfermos de ELA esperan y confían en que al final esas ayudas que necesitan para sus cuidados puedan ser atendidas. Ahora sus peticiones vienen de ellos mismos, que forman parte de la sociedad civil, sin colores políticos.
Pero, como dijo Unzué, con mucha razón: «¿Cuántos diputados han venido a esta reunión?». Les pidió que levantasen las manos y eran cinco o seis. Alucinante. Siguió retratándolos Unzué: «Me imagino que el resto tendrán algo muy importante que hacer. Porque al final hemos venido a vuestra casa y sabéis lo que nos ha costado a muchos de mis compañeros y compañeras estar aquí, ya no solo económicamente, sino de esfuerzo físico». No tiene explicación. No hay disculpas. Si ese es el grado de sensibilidad de nuestros representantes, apaga y vámonos. Dicen las crónicas que a los escasos diputados presentes los hubo que rescatar del exterior. Por lo menos a algunos. Estaban fumando y tuvieron la vergüenza de entrar a escuchar las demandas de ELA. Igual les pagamos para oír lo que demanda la ciudadanía. Lo más triste es que al día siguiente, ya en pleno, el Congreso estaba muchísimo más concurrido. Claro que entonces se trataba de la sesión de control del Gobierno y los que iban a hablar eran el presidente del Gobierno, Sánchez, y el jefe de la oposición, Núñez Feijoo. Como les tocaba intervenir a los jefes, no faltó ni un aplaudidor.
Unzué solo acudió con sus compañeros a pedir algo tan elemental como que el Estado ayude a los enfermos. «Me jode mucho sentirme un privilegiado porque mi situación económica no va a condicionar mi decisión final de cuándo morir, pero a muchos compañeros y compañeras su situación sí les condiciona y creo que eso no es justo». Nadie debe anticipar su muerte, sea cual sea su estado. Si se pone en marcha esta ley de ayudas a los cuidados que precisan los enfermos de ELA, se evitará. Solo piden que no todo recaiga sobre las familias, que ya no pueden más. Que exista una red. No es mucho. Lo que no tiene nombre es lo que hicieron los diputados ausentes saltándose el capítulo de la ELA de su agenda. ¿Qué sería eso tan importante que les ocupó para no estar, cobrando como cobran de nuestros impuestos y de los impuestos de los enfermos?