Veneno en la piel
OPINIÓN

«Dicen que tienes veneno en la piel / Y es que estás hecha de plástico fino / Dicen que tienes un tacto divino / Y quien te toca, se queda con él».
Recordar el cuarteto que abre y cierra la canción de Radio Futura de 1990 evoca estos días algo muy distinto a su original alegría despreocupada y canalla. La tragedia de Campanar ha desatado un intenso debate mediático sobre la pavorosa propagación de las llamas, los materiales de construcción y si esa fachada ventilada de aluminio y material aislante se prescribió de acuerdo a la normativa vigente en aquel momento. La escala del desastre y sus tremendas consecuencias exigen una investigación técnica cuyos resultados conoceremos, como tras la catástrofe de la torre Grenfell en North Kensington, en Londres en el 2017, o la Torre dei Moro en Milán en agosto pasado. Las cuestiones técnicas y normativas son importantes para evitar que esto se repita, mientras contemplamos con aprensión todos los edificios altos revestidos con limpias y perfectas superficies semejantes a las del edificio valenciano.
Mientras entendamos que nuestro hábitat está determinado por las leyes de un mercado guiado por el beneficio y lo aceptemos acríticamente estaremos siempre al límite de lo que las medidas de seguridad permitan, en el mejor de los casos. Se trata de una responsabilidad colectiva y sería injusto y cruel señalar a las víctimas, pero todos aceptamos sin más la realidad de los espacios en los que habitamos. Ahora adquiere un significado siniestro la publicidad de la promoción inmobiliaria del edificio que ha ardido. Las alusiones a la «máxima calidad de materiales de construcción», a la «fachada revestida con un innovador material de aluminio» o a la «aplicación de rigurosos controles de calidad» presentan unas viviendas atractivas por las que sus compradores estarían dispuestos a pagar la máxima cantidad posible, hipotecándose por largos años. Un recorrido en un «espectacular ascensor panorámico» para llegar hasta una planta catorce y el reluciente revestimiento metálico de los «dos edificios vanguardistas y singulares» en un barrio de nueva creación son aspiraciones alejadas de los más elementales valores de sostenibilidad y seguridad.
La depuración de responsabilidades en este trágico incendio no resolverá el problema. Como no se resolvió tras las investigaciones de la torre Grenfell o la Torre dei Moro. El problema que originó la tragedia de Campanar no está en la inflamabilidad de los materiales aislantes, en la resistencia al fuego de las chapas de aluminio de medio milímetro de espesor o en la continuidad del espacio intermedio de la fachada ventilada. La responsabilidad está en la sinrazón de una edificación de catorce alturas, de acuerdo con la planificación urbanística que decide esa forma de crecimiento de la ciudad en un barrio nuevo, resuelta con una tecnología que reduce el coste de construcción y aumenta el beneficio de venta, en un ejercicio de seducción de consumo a un público sin alternativas ni información para poder tomar otras decisiones. En esta, como en tantas cuestiones centrales de nuestra vida, nuestro futuro será moral o no será.