¿Qué son los comités de ética de la investigación?

Rosendo Bugarín
Rosendo Bugarín A PROPÓSITO

OPINIÓN

André Coelho | EFE

06 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

He leído con perplejidad unas declaraciones acerca de los comités de ética de la investigación con medicamentos. Me parecen, cuando menos, improcedentes. Por supuesto, estas entidades no «castran» la investigación ni «actúan como la Santa Inquisición».

Estos comités están integrados por grupos multidisciplinares formados por diferentes profesionales sanitarios, no sanitarios e incluso legos o pacientes, de modo que los diferentes sentires enriquezcan la deliberación.

Es obvio que investigar con seres humanos, es decir, llevar a cabo un ensayo clínico, tiene unas implicaciones de un enorme calado ético que se deben tener en cuenta y ponderar. La más importante es que, realmente, se está utilizando a personas como —permítanme la expresión coloquial— «conejillos de indias». Naturalmente, es inevitable, ya que alguien tiene que ser el primero en «probar» el nuevo medicamento antes, e incluso después, de salir al mercado. Se puede decir, por tanto, que un ensayo clínico es un mal menor y probablemente sea la única actividad en la que se admite considerar a la persona como un medio y no como un fin. El escritor y periodista Jean Bernard sentenció que la experimentación con seres humanos es moralmente necesaria y necesariamente inmoral.

Pero, además, existe otro problema sobreañadido y es el hecho de que este tipo de investigación se realiza, habitualmente, en el contexto de la asistencia sanitaria. Esto hace que sea un mismo profesional el que, por un lado, lleve a cabo la atención de una persona enferma y, por otro, experimente con ella. El interés y fin principal de las profesiones asistenciales es lograr el mejor estado de salud de los pacientes, mientras que el fin del investigador es incrementar el conocimiento y buscar la verdad científica. Cuando el profesional asistencial es a la vez investigador comparecen de forma simultánea dos actividades cuyos fines e intereses pueden colisionar. Como no podría ser de otra manera, todas las normas éticas y jurídicas son tajantes al respecto: aunque el objetivo principal de la investigación médica es generar nuevos conocimientos, este objetivo nunca debe tener primacía sobre los derechos y los intereses de la persona que participa en la investigación.

Una de las grandes preocupaciones es que el voluntario no confunda asistencia con investigación. No en pocas ocasiones los pacientes captados para un ensayo clínico sufren lo que se denomina la therapeutic misconception o equívoco terapéutico, creen que están siendo tratados cuando en realidad están siendo investigados.

Este tipo de problemas hace que los pacientes puedan ser extraordinariamente vulnerables a los posibles perjuicios o abusos de la investigación, de ahí que se haya considerado imprescindible proteger su dignidad a través de evaluadores independientes de los investigadores, y es así como surgen los comités de ética de la investigación.

La palabra vulnerable viene del latín y quiere decir «aquel al que se le puede hacer daño con facilidad y necesita protección». Todos somos potencialmente vulnerables y susceptibles de sufrir los riesgos de un ensayo clínico, pero hay colectivos especialmente frágiles a los que, con más ahínco, se debe proteger; uno de ellos lo constituyen las personas con dificultades para comprender la información necesaria para tomar decisiones —como por ejemplo los niños o ciertos enfermos mentales—, otro lo conforman los enfermos que sufren problemas de salud con poca probabilidad de beneficiarse individualmente de la investigación o que los hace más manipulables o con un disbalance riesgo/beneficio. Dentro de este último grupo se encuentran los ancianos, los que sufren un intenso dolor o los oncológicos terminales.

En definitiva, los mencionados comités de ética no tienen como fin promocionar la investigación, sino que su función es proteger a las personas de los riesgos de dicha actividad, tratando de garantizar que toda experimentación que se lleve a cabo con seres humanos sea pertinente, equilibrada, de calidad y, por supuesto, ética. De ahí que los investigadores no deban considerarlos enemigos sino todo lo contrario, aliados.