El crecimiento de Chega en Portugal no es más que la constatación de que la extrema derecha se ha incorporado a la política del siglo XXI para quedarse. No se trata de una moda, tampoco de una conducta/comportamiento reactivo frente a las políticas de izquierda que habían proliferado durante los primeros años de este siglo; la extrema derecha es la expresión de que los seres humanos albergamos sentimientos profundos hacia las demandas de los otros cuando entendemos que lo colectivo ya no es importante para nosotros, o simplemente no es la solución de nuestros problemas. Esa es la verdadera razón del auge de la extrema derecha en el mundo, la falta de fe en lo colectivo, en las soluciones compartidas, la lectura de que un Estado que no se ocupa de mis preferencias se emplee en resolver las de quien no se las merece, pero también la defensa de valores despreciados por esta sociedad laica que impone una supremacía moral desde lecturas tan excluyentes como en otro tiempo lo fueron las posiciones religiosas.
La extrema derecha es una construcción identitaria, como lo fue en su momento el socialismo, como lo son el nacionalismo o el feminismo. Es un espacio donde sentirse parte de los agredidos económica, política, social o moralmente, donde formar una colectividad alternativa a la ortodoxia de la nueva corrección política que muchos sienten asfixiante, que ha convertido en norma lo que antes era alternativo y reducido la norma anterior a puro desecho del pasado.
Todo el siglo XX para dar valor a las minorías, para hacer de la tolerancia el pilar de la democracia, y todo para que el siglo XXI se construya, desde la izquierda y la derecha como expresión de la intolerancia hacia los comportamientos de los otros, como rechazo a la transgresión que es inherente a la libertad democrática.
Chega se ha instalado en las elecciones portuguesas por la decepción de muchos votantes con las políticas de los partidos de centro. No es una sorpresa, los votantes de Chega son votantes de otros partidos que ya habían aparecido en las presidenciales y que se recondujeron en las legislativas por el impulso del PS de António Costa, pero que ahora expresan su decepción ante tanta incongruencia política.
La extrema derecha en Portugal es en el siglo XXI la expresión del debilitamiento del centro político, y eso es responsabilidad de los partidos centrados, que creen recoger beneficios del disenso y de la confrontación pero están creando el caldo de cultivo para la polarización ciudadana.
El éxito de la extrema derecha no está en los extremos, está en el fracaso del centro, y ahí es donde hay que pedir responsabilidades, y no solo a los políticos.