Un rey cansado, una reina manipuladora, las adicciones de la princesa y el egoísmo del heredero, el hermano conspirador y retorcido, el guardaespaldas torturado. En el año 2015, Elizabeth Hurley se ciñó la corona y la capa de armiño en una serie que pretendía ser una sátira y acabó más cerca de la telenovela turca que de la realeza británica. O quizá no tanto. Los errores de comunicación yuxtapuestos de los últimos meses han convertido a la familia que ostenta la jefatura del estado en el Reino Unido en una subtrama digna de aquella serie que acabó desapareciendo a las cuatro temporadas, entre otras cosas, porque era imposible seguir complicándolo todo.
Quienes durante un tiempo (a lo sumo una temporada y media, pero de horas que nunca volverán viendo series malas hablaremos otro día) nos empeñamos en The Royals sin entender ahora muy bien por qué, jamás nos imaginaríamos que la pericia mediocre en el uso de Photoshop de la esposa del heredero de la corona (sí, hay un trasunto de esta pareja en la serie) acabaría haciendo estallar una presa, la que ha inundado redes sociales y medios tradicionales con teorías locas sobre quienes están llamados a ocupar el trono. Eso sí es un plot twist en toda regla: siempre pensamos en Meghan y Harry y, al final, los que tienen problemas de prensa son Kate y Guillermo.