Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, ha acusado a Israel de estar usando el hambre como «arma de guerra» en la Franja de Gaza, convirtiendo así este territorio en «la mayor tumba a cielo abierto», con miles de personas sometidas a una hambruna brutal. En este sentido, ha subrayado la urgente necesidad de abordar esta crisis humanitaria. Y en esta misma línea se ha pronunciado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que acaba de reclamar un alto el fuego ante la inaceptable hambruna que afrontan los gazatíes.
Son dos de las muchas voces que claman en el desierto, mientras el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sigue ordenando ataques en la Franja, entre ellos uno reciente contra el hospital Al Shifa en la ciudad de Gaza, el principal centro médico del enclave. Mientras, en el norte gazatí, el 31 % de los niños menores de dos años son víctimas de desnutrición aguda, según ha informado Unicef.
Las cifras de víctimas son concluyentes: casi 32.000 muertos en Gaza, entre ellos más de 13.000 niños. Un balance que lleva a preguntarse qué sentido tiene una represión que ya no puede calificarse de guerra, porque más bien parece una venganza desatada con ansia aniquiladora. Algo que quizá nos remite a algunas páginas de la historia para tratar de entender el origen y desarrollo de todo esto.
Hay que recordar que en 1883 comenzó la primera ola de inmigración masiva de judíos a Palestina. Unos 35.000 llegaron en las siguientes dos décadas, en su mayor parte provenientes de Europa Oriental y Rusia, empujados por sucesivos pogromos y por el antisemitismo imperante en Europa. En 1917 llegó el reconocimiento británico del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío. En 1920 nace la Haganá, embrión del futuro ejército israelí, compuesto por judíos que llegaban de Europa Oriental y de Alemania. Y en 1947 se aprobó el plan de partición diseñado por Naciones Unidas, que dividió Palestina en dos Estados: uno judío y otro árabe. Sin tener en cuenta este proceso histórico no se puede entender nada de lo que ocurre ahora.