La tercera guerra mundial duró una noche

 Jorge Quindimil
Jorge Quindimil AL DÍA

OPINIÓN

Contacto / Marc Israe | EUROPAPRESS

16 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace más de dos años que sobrevuela el temor fundado de una nueva guerra mundial, desde los días previos a la invasión rusa de Ucrania. El orden internacional nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial había permitido reducir las guerras a su mínima expresión, nacional o regional. Ninguna guerra mundial se inició de la noche a la mañana. Tanto la primera como la segunda guerra mundial se iniciaron como guerras europeas que fueron escalando militar, geográfica e ideológicamente. No en vano Estados Unidos tardó más de dos años en participar en ambas.

El ataque ilegal de Irán contra Israel del pasado fin de semana, en respuesta al ataque ilegal de Israel contra el consulado iraní en Damasco, no supone el inicio de la tercera guerra mundial, pero nos hunde todavía más en la incertidumbre. Su riesgo de escalada a guerra regional es improbable, pero posible. Una guerra en Oriente Medio nos situaría con pie y medio en la tercera guerra mundial.

La magnitud del ataque iraní del sábado noche se puede medir por el número de países implicados militarmente, de forma directa o indirecta: Irán, Israel, Siria, Líbano, Jordania, Yemen, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Arabia Saudí. Es decir, que mientras media Europa estaba cenando, se libraba una guerra entre diez países de tres continentes, con cientos de drones y misiles y despliegue de cazas de combate. A pesar de su espectacularidad, el primer ataque directo de Irán contra Israel perseguía minimizar los daños, probablemente, para no maximizar la respuesta israelí. ¿Qué sentido tiene atacar a tu archienemigo si no quieres causarle daño? La razón del ataque era evidente: satisfacer la sed de venganza de sus fieles. ¿Cuál es la razón de la inocuidad del ataque? Existen varias opciones, desde la debilidad militar, política y económica de Irán hasta su intención de contener la respuesta de Netanyahu, acorralado interna e internacionalmente; pasando por su debilidad regional, con menos apoyos explícitos que los del propio Israel. Hay razones de peso para pensar que la respuesta israelí será contenida, en su línea habitual de atacar posiciones en el Líbano y Siria, y contra el programa nuclear iraní o instalaciones militares, pero que no habrá una escalada a guerra regional ni mundial. Tras el ataque hubo una llamada general a la calma, empezando por el propio Irán, junto con EE.UU. o la UE, y también Rusia y China, que tienen mucho que perder con una escalada. La diplomacia de la paz se está acelerando, pero falta lo más importante y lo más difícil, que Netanyahu se sume y se vaya.

La existencia de Israel no está solo amenazada por Hamás, por Hezbolá o por Irán (ninguno de ellos acepta la solución de los dos Estados porque ninguno reconoce la existencia de Israel). Tras los horrores de Gaza, Netanyahu se ha convertido también en una «amenaza existencial para Israel», según el líder opositor israelí Yair Lapid. ¿Podría ser también una amenaza existencial para el mundo?