La voz criptónimo está formada con dos elementos compositivos: cripto-, del griego kryptós ‘oculto, encubierto', y -ónimo, de ónymos ‘nombre'. El primer diccionario que dio noticia de él fue el de Esteban de Terreros y Pando, de 1786: «Criptónimo, el que oculta de algún modo su nombre en los escritos. Fr. Cryptonime. Los Autores Criptónimos son varios, ó de varios modos: los que no ponen nombre alguno, se llaman Anónimos, V. los que le ponen finjido Pseudónimos: los que dan a sus libros el nombre de algún autór célebre Alónimos, ó impostóres: los que usan del anagrama de su nombre son los verdaderos Criptónimos, y los que han dado el nombre á los otros».
Durante un tiempo se usa criptónimo como adjetivo que se aplica al que oculta su nombre, pero posteriormente pasa a designar aquello que sustituye al antropónimo. Aún hoy hay quien ve tras el criptónimo una ocultación: el Seco habla de disimular el nombre verdadero de una persona, a lo que se suma el María Moliner, aunque en este se da prioridad a la definición «Nombre propio de persona escrito solo con las iniciales». El diccionario de la Academia Gallega dice que lo emplean «algúns autores para ocultar ou non descubrir o seu verdadeiro nome».
Actualmente, criptónimo se aplica sobre todo a las abreviaturas y siglas formadas a partir del nombre de una persona, fórmula en la que no se ve intención de ocultar la identidad, sino de abreviar el antropónimo. En español se ha empleado casi exclusivamente la abreviatura (José Manuel Gómez: J. M. G.), dos de cuyas características son el punto abreviativo que sigue a cada letra y el espacio que las separa. La inicial que en el nombre de pila o en un apellido lleva tilde la conserva en la abreviatura. Así, la de Álvaro Pérez Pérez es Á. P. P.
La Academia ve imitación del inglés (¿se acuerdan de JFK, John Fitzgerald Kennedy?) en que se dé forma de sigla a algunos antropónimos: CJC, de Camilo José Cela; JRJ, Juan Ramón Jiménez; HH, Helenio Herrera. A diferencia de la abreviatura, aquí no hay puntos y espacios entre las letras, y estas, como en cualquier sigla, no deben tildarse. En caso contrario, el criptónimo siglar de Íñigo Écija Úbeda sería ÍÉÚ.
El misterio al que alude el título de este artículo es el silencio de la Academia Española sobre esta palabra. Se ocupan de ella los más importantes diccionarios de español, el de la Academia Galega (criptónimo), el del Instituto de Estudios Catalanes (criptònim)... Pero no aparece en ninguna de las obras (diccionarios, gramática, ortografía...) de la RAE. El texto del diccionario de Esteban de Terreros, que está entre el material inédito del diccionario histórico de la Academia de 1933-1936, y siete papeletas del fichero general de aquella casa dan cuenta de que no les ha pasado inadvertido. Alguna explicación debe tener este misterio, pero a nada conduce especular sobre esto desde la distancia.