Es curioso observar cómo ante las situaciones adversas, conocidas o sobrevenidas, el lenguaje cobra dimensiones extraordinarias, convirtiendo en rabiosa actualidad aquello que dijo Wittgenstein: «Los límites del lenguaje son los límites de mi mundo». En lo que está ocurriendo en nuestra universidad coruñesa, la UDC, aparecen malabarismos semánticos que resultan sorprendentes y crean un mundo impuesto en el que las explicaciones se vuelven translúcidas y avivan la inquietud de los que, por la prensa, nos hemos desayunado con «inesperados» ajustes contables en la UDC de los que se responsabiliza a la insuficiente financiación estructural aportada por la Xunta desde hace 15 años. Wittgenstein estaría aterrorizado ante esos límites, que reducen la responsabilidad de los gestores universitarios a una clásica maldad del PP y su Gobierno autonómico.
Otra perla lingüística muy imaginativa aparece al referirse a la obligada contención cuando hablamos de inversión en infraestructuras. Naturalmente, en este campo aparece la Ciudad de las TIC, en la que la UDC se ha implicado hasta las trancas. Es muy bueno el uso del lenguaje en este punto cuando se nos dice: «Es un proyecto autonómico en el que la UDC no es mayoritaria, sino facilitadora». De la chistera apareció el conejo escondiendo el tigre real, la total implicación que a lo largo de los meses se le atribuyó a la universidad en el proyecto. La hemeroteca está llena de afirmaciones que, si a algunos henchían de orgullo, a otros producían una inquietante sensación de poderío impostado.
Tenemos un agujero de tres millones, a falta de que los nuevos gestores definan con precisión quirúrgica la extensión verdadera del corte que ha aparecido insospechadamente; como diría Miguel Hernández, como «un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida» (para las aspiraciones de todos), que obliga a recordar las afirmaciones del pasado. Se dijo (La Voz 6/11/2023): «La sociedad limitada que gestionará la Ciudad de la TIC está participada por el Ayuntamiento al 51 % y por la UDC al 49 %». Vale, pues sí que la universidad es facilitadora. Más adelante se puede leer: «El Ayuntamiento aportará 13 millones; la UDC, casi 10,5; la Diputación, 5,3; la Xunta, 5,7 y, las ‘outras fontes', 47,6». En otro lugar encontramos que, de las inversiones previstas de la UDC, 3,1 millones serían de fondos propios (en relación con la construcción del Citic). Cifras importantes para una mala financiación estructural…
Como dice el aforismo portugués: ¡A montanha pariu um rato! Deseo lo mejor para el nuevo equipo rectoral, no debe ser fácil enfrentar, nada más llegar, golpes en el estómago del gobierno cuando, además, la inversión en infraestructuras es necesaria. El rector lo sabe, porque ha tenido la oreja puesta aquí y allá para conocer las necesidades. Espero que no olvide las que son urgentes. Sin desmerecer las nuevas tecnologías y su buque insigne, la omnipresente IA, en donde nuestra institución es más que meritoria, el rector sabe que hay titulaciones con continuos reconocimientos nacionales, posicionadas en lo mejorcito de los ránkings, e incluso alguna con reciente reconocimiento de excelencia por parte de la Acsug, que malviven por falta de instalaciones adecuadas. Hay más vida fuera de la IA y está necesitada de mantenimiento, de soporte vital. No caigamos en aquella ocurrencia atribuible a un cirujano brasileño cuando dijo que se gasta mucho más dinero en mejorar el aspecto de las personas que lo que se necesitaría para el envejecimiento y las demencias. Dentro de poco tendremos unas señoras estupendas y hombres con grandes atributos, pero no recordarán para qué sirven. Lo inteligente de la inteligencia es reconocer las fortalezas de lo que ya funciona a la vez que se apuesta por el futuro más rompedor posible, pero sin olvidad a Wittgenstein, es decir, sin olvidar el lenguaje que define quiénes somos, miembros de una pequeña, joven y espero que pujante, universidad del norte de Galicia.