¿Manual de resistencia?

Santiago Martínez
Santiago Martínez LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

RTVE | EFE

01 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Recuerdo mi primera vez trabajando como consultor de un candidato en una campaña presidencial, en Latinoamérica hace justo diez años. Un buen día nos despertamos con la noticia de que el candidato rival había tenido un accidente de helicóptero, y afortunadamente la aeronave aterrizó intacta en una de las pocas zonas llanas de un país eminentemente encrespado. La imagen de ese helicóptero con la cola partida dio la vuelta al país, y ahí aprendí por primera vez la influencia de un efecto que solo había conocido en los libros de comunicación y estrategia política. Este efecto ayudó al candidato a subir en las encuestas, pero también ayudó, a lo largo de nuestra historia reciente, a otros líderes en apuros, como Hollande en Francia, Piñera en Chile o Schröder, cuya intención de voto comenzó a subir al mismo ritmo que subían las aguas del río Elba en Alemania. Y aquí, en España, no podíamos ser menos, ya que tenemos un líder que ha hecho de la resiliencia la base de su imagen pública. Una historia de superación ante las constantes adversidades que como buen héroe le van apareciendo en su viaje, cual Ulises, Luke Skywalker o el mismo Frodo Bolsón. Y en el cénit de esta valerosa aventura, la adversidad le hace frente, le acorrala y, cuando parece que todo está perdido, se revela contra su propio destino y emerge ante todos como víctima de una injusticia tal ante la que no cabe más que compadecernos y odiar al villano de turno. Sin duda, el golpe de efecto de nuestro héroe fue hábil por su elección del momento, la provocación de un claro contraste con su rival (el bien contra el mal, la verdad contra la falsedad…) y, cómo no, el uso de algo tan infravalorado en política como el amor y la familia. Y quien no se crea la eficacia de esta jugada solo tiene que ver las últimas encuestas en Cataluña. Cómo se logró ablandar una campaña demasiado racional y girar el foco en torno a su partido y su discurso. Todo esto con la colaboración de los villanos, cuya respuesta, tal vez exagerada, ha contribuido a reforzar el relato de nuestro protagonista. Pero todo viaje del héroe ha de contar con la resurrección donde muere el viejo Yo del protagonista, y así iniciar el regreso feliz a casa con la recompensa en la mochila. Y aquí es donde tal vez falle el efecto underdog, descaradamente buscado por nuestro presidente. No ha habido una prueba final, un sacrificio, para dar credibilidad al héroe. Esta historia ha sido un efectus interruptus que tal vez se vuelva en su contra, al ver la audiencia que el protagonista ha hecho un simple punto y seguido. Porque el punto y aparte de verdad, donde le habríamos visto sangrar, hubiera sido en una cuestión de confianza, de la que, cual ave fénix, podría haber emergido y encaminado seguro su regreso de tres años a Ítaca.