Del periódico argentino Clarín es este título: «Arrestaron a Steve Bannon, ex monje negro de Donald Trump, por defraudar a donantes para el muro con México». Vladimiro Montesinos fue el monje negro de Fujimori, y Dominic Cummings, el de Boris Johnson. Por informaciones periodísticas nos enteramos de que el de Milei es el economista Federico Sturzenegger, y el de Elon Musk, Jared Birchall, que según Infobae, además de cuidar la fortuna de aquel, «se encarga del trabajo sucio» y «de todo, desde conseguir la financiación de los acuerdos de Twitter hasta de desenterrar los trapos sucios de los adversarios».
El monje negro es un actor de la vida política —y a veces de la económica— que existe en muchos lugares, aunque se le llama así sobre todo en Argentina y otros países americanos. Se caracterizan por tener mucho poder, por ser muy temidos y por actuar casi siempre en la sombra. Son, por encima de todo, fieles al amo, tienen la mejor información, que saben utilizar, lo suyo es el secreto, planifican y ejecutan con diligencia, tienen pocos escrúpulos y son taimados. A lo mejor se le ocurre al lector alguien de por aquí al que se le ajuste ese traje.
El uso de la expresión monje negro con este sentido se suele relacionar con el dominico italiano Girolamo Savonarola (1452-1498), al que se aplica ese apelativo por el color de su hábito. Aunque su figura no tiene mucha relación con los que hoy son llamados monjes negros. Savonarola fue un exaltado que excitó a las masas predicando contra los nobles, los ricos, el clero renacentista y el propio papado, cuya animadversión se ganó. Ideó la hoguera de las vanidades e invitó a los florentinos a arrojar a ellas sus lujos y los libros de consideraba pecaminosos. Cuando, tras la expulsión de los Médici, se hizo con el poder en Florencia, que convirtió en una república teocrática, el papa lo excomulgó. No depuso su actitud, por lo que Alejandro VI ordenó su arresto. Fue torturado y quemado en la hoguera como hereje. Como puede verse, su perfil poco tiene que ver con el de los monjes negros actuales.
No imaginaba Savonarola los usos que cinco siglos después se iba a dar a la fructífera expresión monje negro. Para muchos argentinos, un monje negro puede ser, además de una pesadilla en la vida pública, un alivio. Porque si tienen callos pueden recurrir a El Monje Negro, callicida en solución o en pomada. Y este también vale para las verrugas.