Los ojos también sufren infartos
OPINIÓN

Hablar de infarto nos lleva a pensar de manera inmediata en el corazón, pero el ojo también puede sufrirlo. Los infartos oculares existen. Se originan por causas más de origen sistémico que oftalmológico, pero que al final acaban afectando de manera irremediable a la circulación ocular ya que disminuyen o interrumpen el flujo sanguíneo en la retina, de toda ella o de una parte.
Uno de sus síntomas más característicos es la pérdida súbita e indolora de visión, que puede darse en uno u ambos ojos, siendo excepcional que se produzca de forma simultánea, y ser parcial o total en función de la gravedad de la obstrucción de la circulación en los vasos de la retina. La visión borrosa, la pérdida de visión periférica o de parte del campo visual son otros signos específicos de su aparición.
Una de las preguntas que más se repiten cuando se habla de infartos oculares es si se pueden prevenir. La mejor manera de evitarlos es mantener a raya los factores de riesgo que pueden provocarlos, es decir, asegurar unos niveles saludables de presión arterial, colesterol y diabetes que son los tres factores predisponentes más frecuentes.
¿Y cuáles son sus consecuencias? Pues estarán condicionadas por el tipo de daño que el infarto produzca en la retina. Si estamos ante una obstrucción de la arteria central de la retina, el paciente experimentará de manera súbita una pérdida completa de visión que va asociada a un pronóstico grave, ya que la posibilidad de recuperación de la visión es poco probable.
La trombosis de la vena central de la retina o de una de sus ramas origina, por su parte, pérdidas de visión más moderadas o hace que el paciente comience a percibir sombras fijas en el campo visual. En los casos en los que se produce un infarto del nervio óptico justo en la entrada del globo ocular, se origina una pérdida de visión difusa o de la mitad del campo visual que deberá ser tratada rápidamente, habitualmente con corticoides intravenosos.
En función del tipo de trombosis ocular y de las zonas afectadas, el especialista aplicará el tratamiento más indicado. En los casos de obstrucción de la arteria central de la retina o de una de sus ramas, la prioridad será centrarse en detectar el origen del émbolo y descartar daños en otros órganos vitales. En los casos de obstrucción de la vena central de la retina, el tratamiento se orientará a atajar las complicaciones que pudieran producirse. Si la complicación gira en torno al edema se tratará con inyecciones de medicamentos antiangiogénicos o esteroides; si las complicaciones son a nivel de neovasos se tratarán con láser aquellas zonas de la retina a las que no les llegue correctamente el flujo sanguíneo ocular.
Un último apunte, generalmente las obstrucciones venosas son más frecuentes que las arteriales y actualmente contamos con medicamentos antiangiogénicos y antiedematosos que han supuesto un gran avance y que hacen posible estabilizar y minimizar las consecuencias de estos infartos oculares.