Tecnofobia o miedo a la tecnología
OPINIÓN

Se habla de tecnofobia cuando una persona tiene un sentimiento de aversión a la tecnología. Pero lo correcto sería hablar de miedo a la tecnología. Estas personas no la quieren utilizar, sufren si tienen que hacerlo, y sienten ansiedad, miedo e indefensión. Además, la responsabilizan del incremento de la soledad, menor comunicación y cambios en su mundo y sistema de valores. Se están refiriendo a los ordenadores, móvil, internet, redes sociales y los cambios que están produciendo. Unas personas evitan su uso, porque se lo puede permitir, pero otras tienen que utilizarla.
Estas personas buscan motivos para justificar su negación a los avances tecnológicos, como que aíslan a las personas, imponen un nuevo sistema de relaciones personales y una dictadura tecnológica. Ello les sirve de excusa para atacar los avances tecnológicos, de cualquier tipo, como hemos visto a nivel médico (por ejemplo, la elaboración de las vacunas para el covid-19), comunicaciones (la oposición a contenidos de las redes sociales) y administrativos (el mayor control al que estamos sometidos por los avances tecnológicos, en la fiscalidad, datos personales, etcétera).
Es cierto que los cambios tecnológicos producen avances, pero pueden ir acompañados de abusos, como la frecuente falta de previsión de sus consecuencias negativas y uso excesivo en su inicio, sobre todo en una sociedad como la nuestra, basada en el consumo. Como ejemplo, las redes sociales se van haciendo cada vez más con el control de la información, sea verídica o falsa. De ahí lo importante que es regular cualquier avance tecnológico.
No hablamos de un fenómeno nuevo. Nos olvidamos del tecno-estrés, fenómeno que apareció cuando se hizo obligatorio el uso de ordenadores en empresas e instituciones públicas. Había personas que no querían utilizarlos, aduciendo que les ocasionaba malestar, enfermedades físicas y trastornos mentales. Poco después, esos problemas desaparecieron. Era la oposición al cambio, pasar de un modo a otro de trabajar. Cambiar no es fácil. Por suerte, la mayoría lo hacemos, de modo voluntario o impuesto. Tampoco es cierto que lo nuevo siempre sea mejor, pero es nuevo y hay que probarlo. Y nuestra sociedad del siglo XXI se caracteriza por el cambio, el avance, la novedad… en suma, la modernidad. Todo lo dicho lo favorece. Un claro ejemplo es la obsolescencia programada (coche, lavadora, móvil), donde el aparato se fabrica para que dure un tiempo determinado, para así mantener de modo continuo sus ventas al tener que cambiarlo cada cierto tiempo.
Hay personas que tienen miedo al progreso, a lo desconocido, y tienen sentimientos de catastrofismo, ansiedad o desamparo. Les cuesta adaptarse, o asumir lo nuevo, o ya están cansadas de tantos cambios. Algunos tienen razón a su resistencia, cuando eso empeora su situación (por ejemplo, la reconversión laboral). Pero hoy nos toca vivir en un mundo caracterizado por la novedad y el cambio, con todo lo bueno y malo que implica.