Al final, no siempre ganan los malos

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Quique Garcia | EFE

13 may 2024 . Actualizado a las 22:10 h.

Tenemos que querernos un poco más. Como les ocurre a los estadounidenses que analizan el problema Trump como algo local, debemos levantar la vista de nuestras gafas de cerca y entender que literalmente está todo el mundo igual. Tres episodios a simple vista inconexos guardan la misma esencia y nos retratan el nuevo mundo que no es que viene, es que ya nos ha dejado atrás.

1. 32.000 deportivistas en Riazor, la mayoría de los cuales solo conocen a Arsenio y Bebeto por La Voz y por YouTube.  

2. Millones de representantes de la generación Z descubren que el mundo es un lugar peligroso e injusto en el que, también en Eurovisión, siempre gana el Mossad. 

3. Cientos de miles de adolescentes catalanes que se cansan de la revolución de las sonrisas y borran ¿para siempre? al procés, a los procesistas y a la multinacional que habían construido, Cataluña Independiente, con el dinero de todos los españoles.

España no es la excepción. No es España, que también, quien no ha superado la Guerra Civil. Es el mundo quien no ha superado las guerras mundiales y la guerra fría. No acabamos de superar un siglo XX duro, pestilente, peligroso y en el que no siempre ganaron los buenos. Lo que nos pasa es el síntoma de una enfermedad, la polarización: otorgar victorias a los buenos, que siempre creemos que son los nuestros. Y certificar la derrota del enemigo, caiga quien caiga. Ojo por ojo y al final todos ciegos y mutilados.

A diferencia de las comedias románticas de Hollywood, el mundo es un lugar atroz en el que no siempre ganan los buenos. Pero tampoco necesariamente los malos. Los grises se han borrado de los mapas ideológicos, pero a veces la moderación, la inteligencia, el sentido común o simplemente la buena educación resultan ser la menos mala de las opciones.

Daba noxo ver anoche a Puigdemont, Junqueras, Laura Borràs… Delincuentes convictos que quieren irse de rositas. Malversadores, sediciosos hasta que alguien diga lo contrario, grandes traidores, como se demostrará algún día. La justicia también necesita levantar la vista y seguir siendo ciega. Pero es inmisericorde. Por lo civil o por lo criminal, antes o después, prevalecerá. Daba verdadero asco pero una cosa hay que reconocerle a Pedro Sánchez: los ha barrido del mapa para una buena temporada.

Y los va a jubilar a todos. Aunque el paisaje que va quedando cuando las bombas aún humean es incluso peor que el anterior. En alguna ocasión hemos hecho referencia aquí a los politólogos Harvard Rabushka y Kenneth Shepsle. En 1972 advirtieron que cuando un territorio es infectado por el virus identitario siempre se produce el mismo resultado: la sociedad se divide en dos bloques irreconciliables. Que se van radicalizando, imponiéndose cada vez las facciones más extremas. Esto ha pasado en Canadá, Bélgica, el Ulster, EE.UU., Alemania, Francia... Y por supuesto en Cataluña y de rebote en España. El camino que va desde Tarradellas hasta Silvia Orriols (Aliança Catalana) confirma las tesis de Rabushka y Shepsle. Como diría El Fari, siempre va a haber alguien que te considere un blandengue. Han ganado Illa y Pedro Sánchez. Y Feijoo podrá defender que es mejor fiarse de Alejandro Fernández, un blandengue, que de Cayetana y Ayuso. En Cataluña vuelve Pujol, para quienes piensen que se había ido. Vuelven los 90. Política con dos rombos, solo para adultos. ¡Los reyes Puigdemont y Junqueras han muerto, viva la Dinastía de los Pujoles! Como en su día anunció Puigdemont, España tiene un problema de c… Y Cataluña no digamos.