Cataluña y el ombliguismo

Xosé Vázquez Gago AL HILO

OPINIÓN

David Borrat | EFE

15 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cataluña innova, no siempre para bien. El último grito en su mercado político es el ultranacionalismo islamofóbico de Alliança Catalana. Un producto adaptable y vendible en otras regiones con inmigración musulmana. Alliança brota en una sociedad harta de política. El lunes, mientras miles de catalanes peleaban para llegar a su trabajo por el colapso de las cercanías, sus políticos hablaban de sí mismos. El presidente, Pere Aragonès, tiró la toalla y procrastinó con la inevitable decisión de apoyar a alguien o forzar elecciones. ERC decidirá cuando le convenga, tras las europeas. Los catalanes, como cuando quieren viajar en tren, que se esperen.

Carles Puigdemont, tras una campaña mesiánica desde su santuario de Argelès, planteó carambolas poselectorales para salvar la piel. En tierra francesa parecía un resucitado, pero las urnas le han puesto cara de muerto viviente. Es la tercera vez que pierde. Las dos anteriores logró que no gobernase el ganador y que Junts vampirizase cierto poder. Esta vez quizá no tenga escapatoria.

El fracaso del procesismo explica solo en parte el empacho de los catalanes. Hay otro factor que va más allá de esa comunidad.

Desde la irrupción de la nueva política, el discurso en España se ha vuelto más ombliguista. En parte porque las normas institucionales priman la comodidad de los partidos. Gozan de larguísimos plazos para negociar investiduras, cero penalidades cuando no cumplen, listas blindadas y convocatorias electorales casi cuando les venga en gana. Todo facilita que dediquen días y días a hablar de sus tripas, de coaliciones, pactos, cargos y primarias.

Así es más sencillo apelar al sentimiento y la tribu, por eso escasean las propuestas concretas sobre asuntos materiales con calendario y presupuesto. En el mitin de cierre de la brillante campaña del PSC no se coló ni una.

Hará bien el tranquilo Salvador Illa en no hacer caso a los cánticos de la tribu militante del PSC en la noche electoral: «¡Ista, ista, ista, Cataluña socialista!». Tienen menos del 28 % de los votos, y no votó ni el 58 % de los catalanes. No da para grandes proclamas, y menos todavía el resultado de los demás partidos.

Quizá por eso Illa dijo que gobernará para todos. Fue un buen comienzo, sin los muros que gustan a su jefe en Moncloa. Ojalá el siguiente paso sea arreglar algo ordinario como la puntualidad ferroviaria, no sea que salga un moderno que se ponga a ello. A Mussolini, cuando era la más novedosa barbaridad europea, le reconocían que los trenes llegaban en hora.