Aunque ya está asumido por casi todos que el divorcio no es el lucrativo negocio que fue en su día, hay casos en que un litigante rencoroso puede llegar a ser más avaro que el Tío Gilito. Un divorciado vigués con un millón de euros en el banco regatea 200 euros de la pensión de su hijo alegando que estaba en paro y pretendiendo abonar exclusivamente la mitad del comedor del colegio privado del menor. Ciertamente, este es un caso que se sale de lo normal, aunque hay que dejar claro que por mucho patrimonio que tenga el progenitor no custodio no hay que abonar, por ese exclusivo motivo, una pensión por alimentos estratosférica.
Según el artículo 154 del Código Civil, la obligación de unos padres es velar por sus hijos, cuidarles, alimentarles, educarles y procurarles una formación integral. Y a eso están obligados con independencia de sus posibilidades económicas. El que más tenga, más aportará tras un divorcio, pero no en proporción a su patrimonio. Lo hará hasta que sea suficiente para que su hijo viva igual que constante matrimonio, y no para hacerlo rodeado de unos lujos que en modo alguno le resultan necesarios. Educación, sanidad y demás aspectos de la vida de un menor encaminados a hacer de este en el futuro un ciudadano ejemplar. No un niño mimado que, con toda seguridad, rodeado de tanto dinero no va a saber valorar lo que cuesta ganarlo el día de mañana.