SOS desde la biblioteca de la Facultad de Historia

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

SANDRA ALONSO

04 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No es un edificio bonito. Es cuadrado, pétreo, sobrio y monótono, como corresponde a su diseño neoclásico y a su factura entre 1769 y 1805. Sin embargo, tiene un «algo» que atrae. Quizá es la simpleza de su diseño o la solidez de sus paredes, o simplemente el espíritu de todos los alumnos y profesores. El edificio, que es sede de la Facultad de Geografía e Historia desde hace más de un siglo, rezuma antigüedad por todos sus poros, literalmente. Desde las aulas donde se alinean los pupitres hasta los atestados despachos de los profesores, todo tiene el encanto que la pátina del tiempo otorga. Pero, también, el deterioro, la obsolescencia y la difícil adaptación a las necesidades de una nueva forma de enseñar y estudiar.

La biblioteca, que se encuentra en la última planta, es uno de los tesoros de la Universidad de Santiago, no solo porque su sala de lectura está rodeada por hermosas librerías, sino porque alberga un patrimonio cultural de incalculable valor. En la era de la digitalización se nos olvida que, para que hoy podamos acceder a casi todo el saber de la humanidad haciendo clic, previamente ha sido necesario el trabajo de millones de personas creando, estudiando, transcribiendo el conocimiento. Desde las primeras tabletas de barro con escritura cuneiforme de los antiguos pueblos babilonios, pasando por los escribanos medievales, quienes emplearon sus vidas creando algunos de los incunables que hoy muestra la catedral de Santiago, hasta los primeros libros impresos, todo nos recuerda el afán por aprender, por mejorar, por crecer. Y si hoy somos lo que somos es gracias al conocimiento acumulado en los viejos y polvorientos tomos que se acumulan en ella.

Pero el saber pesa, tanto como los 150.000 tomos que alberga y que deben ser trasladados porque la estructura del viejo edificio de la Facultad de Geografía e Historia ya no puede soportarlos. Como siempre, las intervenciones se llevan a cabo in extremis. Hay poco dinero para la investigación, mucho menos para la historia, un error terrible porque solo conociendo nuestro pasado podemos entender nuestro presente y enfrentar el futuro.