Charlando con mis compañeros sobre el éxito de O Son do Camiño nos damos cuenta de que el ocio se ha multiplicado hasta el infinito y más allá. Cuando tienes tiempo de ocio, hay un cambio de actitud que se ha ido consolidando: te lanzas a quedar. Pensamos en que es una consecuencia de la pandemia. Esa pausa forzada, que nos pareció infinita, cuando descubrimos que las ventanas eran cuadros y que un balcón valía su peso en oro. Esa detención forzosa en los hogares ha hecho que valoremos mucho más lo que se llama tiempo libre. Sucede entonces que aceptas planes que antes tal vez hubieses dejado para más adelante. Este impulso a la cultura del ocio se nota en el aumento de los viajes, en las terrazas llenas, en las reservas de restaurantes saturadas.
Estamos asistiendo a un fenómeno que va a más. Me refiero al seguimiento a los equipos deportivos. Lo vimos en Bilbao, con el triunfo de la Copa del Rey. Decían que era imposible superar el millón de personas en la celebración en la ría y se consiguió. Otro tanto sucedió en A Coruña. El seguimiento gracias a la chavalada del ascenso del Dépor no tiene precedentes. No se vio ni en la época del primer Superdépor, el de Mauro, Bebeto y Arsenio, ni en el segundo Dépor de Champions. Los equipos de fútbol o de baloncesto ven las gradas repletas. Pasa en la práctica deportiva. Más licencias que nunca. No solo en el fútbol, como siempre. O en el bum del fútbol femenino. Sucede en todo tipo de disciplinas: patinaje, gimnasia o remo. Es una maravilla. Y no solo en los que compiten federados. Las ciudades y las villas tienen gimnasios en cada esquina. No abren únicamente locales de apuestas. Ahora también se inauguran espacios deportivos en los bajos. La gente se cuida más. O eso parece. Hay entrenadores personales por todas partes.
La nueva forma de relacionarse, las redes sociales, influye en esta intensificación del ocio. Una de las interpretaciones en etimología del término latino otium es reposo. Según una de las entradas del Diccionario de la RAE, ocio «es la cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad». Reposar no es lo que hacemos desde la pospandemia, que también. Más bien nos lanzamos a comer fuera, a viajar y lo fotografiamos para ponerlo en las redes. Lo que no se muestra, no existe. De ahí el impulso de la chavalada a participar en actividades, congresos, fiestas populares. Las verbenas de toda la vida están rejuvenecidas hasta edades que rayan el fin de la niñez, no ya la adolescencia. Las giras de conciertos son un éxito. No solo los grandes nombres. Hay actuaciones en los bares que lo petan. La gente quiere disfrutar. Se ha revalorizado decir de alguien que es un disfrutón o una disfrutona. Está muy bien tanto movimiento, que además multiplica las cajas y mueve el dinero. Pero conviene recordar en la línea de una de las acepciones latinas que el ocio puede ser reposo. Como Gil de Biedma escribió en el final de su genial Retrato del artista en 1956: «Reposo en casa y lectura, que me cambia el ánimo».