Una vez, hablando de alumbramientos varios, hubo quien dijo: «Eu prefiro parir que ir á herba». La autora de la frase sabía que era una excepción y no la regla. Otras mujeres coinciden más con la postura de aquel señor que, a una edad ya respetable, se subió a una montaña rusa y cuando, al acabar, le pidieron su opinión, sentenció: «Ben, ben. Pero se non hai que volver, non volvo». Al calor de estos tiempos brotan con fuerza movimientos talibanes del parto en casa y otros integrismos secundarios que maldicen la epidural porque impide vivir el momento en plenitud o afean el pecado de no darle el pecho a un bebé. Nuevos gurús de la maternidad. Al fin y al cabo, las madres ya están históricamente acostumbradas a escuchar discursos que se zambullen con en generalizaciones o que arrancan con los latiguillos «ya te lo explico yo» y «qué sabrá usted de lo suyo». Cristina Pedroche es la penúltima en teorizar. Tanto ha reflexionado, que ha escrito un libro con una buena dosis de adanismo y ha confesado que hace casting de pediatras, porque está tan informada que ve a las leguas que el gremio no está actualizado. Conviene ubicar las palabras en su contexto. Es Pedroche facturando. Inasequible al desaliento. Como cuando se fotografió haciendo yoga desnuda en el jardín de su casa. O cuando colgó una imagen en bikini tres semanas después del parto diciendo que todo era cuestión de trabajo (olvidando la chequera y otras circunstancias). Ni merece la santidad ni la crucifixión. Pero no vendría mal no meter a todos los pediatras en el mismo saco ni estaría de más esquivar magufadas como las olas uterinas y llamadores de ángeles. Por cierto, esperemos que el casting médico vaya mejor que el de los últimos vestidos de Nochevieja.