La reciente aparición de Cristina Pedroche en El Hormiguero para promocionar su libro desató una oleada de reacciones, especialmente de profesionales sanitarios que se sintieron aludidos por sus comentarios sobre la incapacidad de los médicos para mantenerse actualizados. Durante la entrevista, Pablo Motos le pregunta: «¿Es verdad que has hecho un cásting de pediatras?», a lo que ella contesta: «Y sigo haciéndolo... todavía no tengo uno fijo, ya he ido a cinco». La relación médico-paciente, en cualquier disciplina médica, debe fundamentarse en la confianza y desgraciadamente el caso de la presentadora, colaboradora de televisión, modelo, influencer y ahora escritora no es aislado. Desde hace unos años nos encontramos, afortunadamente sin mucha frecuencia, con familias que llegan a las consultas pediátricas no en busca de un diagnóstico o un consejo de salud, sino explorando una quinta opinión, porque antes ya buscaron en Google los signos o síntomas, preguntaron en el chat de madres de la guardería, mandaron fotos a amigas y consultaron a las influencers que siguen en las redes sociales.
De esta manera, se está desplazando la confianza en el pediatra, y en el médico en general, a unos niveles nunca antes imaginados. Determinadas personas, anteponen las opiniones de amigos, vecinos o blogs sin ningún filtro a la de sus médicos. Esta hiperinformación que reciben, por ejemplo, leyendo unos minutos en la pantalla de un móvil, les da la sensación de tener toda la información necesaria y, así, llegar al convencimiento de que ningún pediatra sirve para atender a sus hijos salvo aquel que les diga lo que quieren oír o que confirme lo que los progenitores dicen haberse estudiado.
Es, cuando menos, llamativo que una madre o padre se consideren con la capacidad para valorar el grado de conocimiento o lo actualizado que está su pediatra en una primera o segunda visita. Por supuesto, un pediatra no es omnipotente ni puede saberlo todo, pero una característica inherente al ejercicio de la medicina es lo estimulante que resulta la necesidad de estudio y actualización permanente. Entre las funciones del médico está también el aconsejar, en base a su conocimiento, la intervención y soporte de otros profesionales que estime necesarios.
Afortunadamente, la inmensa mayoría de las familias confían en los pediatras de sus hijos e hijas, aceptan los consejos e informaciones respecto a la salud infantil, mantienen una comunicación clara y fluida con su pediatra de atención primaria y llegan acompañadas por sus médicos al empoderamiento para la toma de decisiones informadas. Vivo en el mundo real, entiendo que el doctor Google no es nuestro enemigo, es una alternativa que está al alcance de todas las personas de forma global y se ha instalado en nuestra manera de informarnos en todos los ámbitos de la vida, y por ende en los problemas de salud.
El pediatra tiene la oportunidad de manifestar su posicionamiento sobre la calidad de la información que brinda la red a las familias, ingente cantidad de información, recogida muchas veces de forma no filtrada o difícil de «digerir», que ha sido llamada de forma muy acertada con el término de infoxicación, siendo esta la palabra adecuada en español para referirse a una sobrecarga de información difícil de procesar; pero todo eso pasa por una relación de confianza mutua. Pedroche durante su entrevista, cargada de contradicciones, se reconoce «enferma de la información» y ahí está la clave; mientras una madre infoxicada piense en el pediatra como una quinta opinión, seguirá con su particular cásting, cribando facultativos en busca del que encaje con sus parámetros de perfección que, por cierto, nunca encontrará.