Sánchez se ríe

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Lorena Sopêna | EUROPAPRESS

18 jun 2024 . Actualizado a las 13:22 h.

Conocíamos las estruendosas carcajadas de Sánchez en el Congreso como estímulo respuesta a Feijoo. Una risa desbocada que asustó a más de un experto en examinar personalidades. Pero el otro día le tocó el turno a un periodista de El País que le preguntó al presidente cómo tenía pensando cumplir su reiterada promesa de agotar la legislatura. Le inquirió de qué manera intentaría sostener una mayoría con pinzas que se le cae cada día que pasa por Cataluña. Sánchez volvió a esa risa espontánea y contundente que es una respuesta en sí misma. Le importó un bledo que estuviese delante el presidente turco. Luego se puso un poco en plan Van Gaal y le vino a decir al periodista que era un negativo y un pesimista, mientras que él era un positivo y un optimista; no veía tantos problemas para seguir sacando adelante los grandes asuntos, como la ley de amnistía.

El lío mayúsculo llegará cuando Puigdemont le obligue a elegir entre él o Illa. No le quedará a Sánchez otra que entregar la cabeza de Illa, lo que sería el último capítulo del sanchismo (el PSOE ya dejó de ser hace tiempo), o negarse y convocar elecciones.

Si no le corta la cabeza a Illa para ganar sus últimos meses en la Moncloa a costa de decepcionar al electorado conquistado en tierras catalanas y opta por unos comicios adelantados con el mantra de que vienen tres ultraderechas, podría suceder de todo. Pero, por lo menos, se escucharía al pueblo.

Sánchez está enrocado en que agotará la legislatura y a quienes nos está agotando es a todos los españoles. Tenemos una política de Primera Federación, con todo el respeto por el pozo de la Primera Federación. Pero hay que sufrirlo. Cuando también sufres a los políticos, malo.

Andrés Trapiello, en su excelente libro Madrid, cita la prosa castellana y cristalina de Fray José de Sigüenza, consejero de Felipe II, que lo nombró bibliotecario del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Fray José de Sigüenza escribe sobre el motivo por el cual Felipe II optó por elegir Madrid como capital. Y además regala unas normas espléndidas sobre en qué consiste ser un gobernante de bien. Reglas que habría que repartir hoy en día entre la clase política sin clase que tenemos. Lean, en castellano campanudo: «El rey comenzó a poner los ojos en dónde asentaría su corte. Contentole sobre todo la villa y comarca de Madrid por ser el cielo más benigno y más abierto, y porque es como el medio y centro de España, donde con más comodidad pueden acudir de todas partes los negociantes de sus reinos y proveer desde allí a todos ellos; razones que es bien las miren los reyes, pues no se hicieron los reinos para ellos, sino ellos para el bien de su reino, y así están obligados a mirar más las comodidades comunes que los propios gustos». Así es. De eso va gobernar: de pensar en el bien común, no en el propio. De allanar caminos y no de dinamitarlos con cartuchos de la dinamita de la risa, insolidarias financiaciones a la medida y ataques a los medios que no le gustan. Se está perdiendo el objetivo de todos por las regalías para unas minorías que cada vez querrán más. Y mañana será tarde.