El cascarrabias

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Sandra Alonso

23 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya bastantes años, en un día como hoy, los niños salían por las calles a la búsqueda de muebles viejos, tablones, cajas, escobas y cualquier cosa en la que prendiera el fuego para poder celebrar la noche de San Juan. Antes las hogueras se hacían por los barrios. Eran fiestas de vecinos en las que participaban las familias y a donde los más pequeños bajaban en pijama, fiestas íntimas y amigables donde todo el mundo era bienvenido. Pero no eran el Armagedón. Al día siguiente se iba a trabajar o al colegio como si nada.

Ahora, la tradición y la familia se han vistos arrasadas por el tsunami del macrobotellón de la playa, al que acuden jóvenes de todas partes del país —y, si me apuran ustedes, del globo, que los erasmusandos corren la voz por Europa adelante—.

A mí todo lo que es grande me cohíbe un poco, los estadios, los bocadillos, las litronas, los macrobotellones, y no soy militante del cuanto más, mejor. Porque, de aquellas nostálgicas noches infantiles de la calle Joaquín Bahamonde cuando aún era de tierra no me olvido, y de las noches de San Juan en Riazor sí, por la resaca y porque me parecen todas iguales. Yo creo que a la playa habría que dejarla en paz. Que habría que dejar descansar la arena —aunque sea arena traída de una cantera para rellenar paraísos artificiales cuando el mar se cobra su diezmo—, dar un uso marino y sosegado a la línea de costa. Tal vez las masas podrían pasar la noche en la plaza de Tiananmen. Allí no molestan a nadie y además cabe todo el mundo.