![](https://img.lavdg.com/sc/JsevfozTLvA1KqkL7S7V08h4xQU=/480x/2024/06/22/00121719076862172667416/Foto/eup_20240529_205552144.jpg)
Llegará un día en que nos levantaremos, hará siempre sol y no tendremos que sufrir las noticias que se amontonan sin dar tiempo a reaccionar ni asimilar nada.
Nunca hubo tantas guerras simultáneas en el planeta, nunca se trapichearon coches chinos por cerdos del país. Nunca estuvieron la justicia, la política, los amores y la Renfe tan precarios.
Nadie se planteó sustituir el Concerta, la Sertralina o el Lorazepam por asociaciones feministas, sindicatos y rocódromos. Las niñas de dieciséis años nunca se planteaban abortar por ley en soledad, ni un futbolista o una instagramer fueron capaces de influir en la conducta de millones de personas.
Nunca vivimos tan bien ni nunca, desde el advenimiento de la democracia, estuvimos tan crispados.
Nunca tuvimos tanta información y nunca hubo tantos ignorantes desinformados. Decía Oscar Wilde que antaño los libros eran escritos por hombres y leídos por el público, ahora son escritos por el público y no los lee casi nadie. Cualquiera puede contar una historia, pero solo un artista puede escribirla elevándose por encima de la mera emoción a través del pensamiento. En la saturación de historias y noticias que padecemos a diario, prima la emoción y se escatima la razón, debilitando el lenguaje y restringiéndolo a emoticonos y tuits.
Nunca se vislumbró la posibilidad de que una inteligencia artificial pudiera sustituir a la inteligencia humana, al artista o al genio. Nunca hubo tantos artistas populares globalizados y efímeros, capaces de convocar a cientos de miles de personas en un estadio de fútbol. «Para ser popular hay que ser mediocre», redundaba también Wilde.
Nunca la vida pública estuvo tan teñida de mediocridad con un público igual de mediocre que gusta de esa mediocridad en la que poder integrarse sin gran esfuerzo, aunque esa realidad apasionantemente gris no sea la verdadera realidad. Las cosas que enganchan al gran público no son lo que son y da vértigo enfrentarse a un pensamiento crítico o a un arte sin multitudes. Mediocridad y velocidad en todos los aspectos de la vida van de la mano.
Hay grandísimos artistas, científicos y pensadores que restringen su presencia a eventos muy minoritarios, los mejores políticos se alejan de la política, los sabios solamente se comunican con el público a través de sus escritos, Jose Tomás solo torea una vez en plazas pequeñas y sin televisión.
Nunca hubo tantos cementerios de datos sin teoría explicativa alguna que dé cuenta de ellos. Datos sin relatos.
Nunca hubo tantos deseos multitudinarios inducidos por patrocinadores que juegan la carta de que el deseo es el deseo del otro, haciendo desear lo mismo a masas aturdidas en una euforia grupal.
Nunca nos comunicamos tanto ni nunca nos relacionamos tan poco.
Comienza el verano.