Mounjaro y la obesidad crónica

Teresa Martínez Ramonde JEFA DE SERVICIO ENDOCRINOLOGÍA DEL CHUAC

OPINIÓN

María Pedreda

27 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque pensemos que estamos ante algo novedoso, el conocimiento de las hormonas de origen gastrointestinal (GLP1 y GIP), base de los actuales tratamientos para la diabetes y obesidad, viene del siglo pasado.

En el 2005 salió al mercado el primer análogo del GLP1, denominado exenatide, como tratamiento de la diabetes tipo 2. Con él se vio que no solo tenía efectos en el control de la glucosa, sino que además favorecía de forma importante la pérdida de peso.

Posteriormente fueron saliendo nuevas moléculas de GLP1 con acción más eficaz y formas de administración más sencillas.

Los estudios clínicos realizados demostraron su eficacia en el tratamiento de la obesidad y su utilidad en personas sin diabetes, lo que llevó a crear algunos exclusivos para obesidad que, en realidad, son los mismos, pero con dosis mayores.

El último de esta familia de fármacos en aparecer en el mercado es la semaglutida subcutáneo (Ozempic) y su versión oral (Rybelsus). Semaglutida se ha utilizado de forma importante en personas con obesidad, siendo su efecto algo irregular, pero en general bueno.

Con frecuencia el efecto disminuye y esto ha conducido a crear una nueva presentación con mayores dosis y con indicación de obesidad.

El próximo mes, saldrá un nuevo fármaco al mercado, tirzepatida (Mounjaro). Es el primero de una familia de fármacos que actúan sobre los receptores de GLP1 y GIP y en los que GIP potencia los efectos de GLP1.

Tirzepatida disminuye el apetito, aumenta la sensación de saciedad y reduce el exceso de grasa, incluida la grasa visceral, además de controlar la glucosa.

Los estudios realizados en personas con obesidad sin diabetes, mostraron una reducción de peso medio de hasta el 22,5 % (23,6 kilos) a la semana 72 y en 4 de cada 10 pacientes se consiguió una pérdida de peso superior al 25 %. Alcanzando el 96 % los que lograron una reducción superior al 5 %, lo que indica una elevada respuesta.

No hay que olvidar, de todas formas, que los hábitos de alimentación son fundamentales y no se puede esperar que sea el fármaco el que haga todo. Disminuir la ingesta calórica, especialmente a expensas de la grasa y aumentar el ejercicio, es necesario si se quiere conseguir que las pérdidas de peso se mantengan.

La obesidad es una enfermedad crónica y como tal hay que considerarla. Las medidas con la alimentación tienen que ser crónicas, e incluso, el uso de los fármacos, terminará siendo igual.