Cuando el redactor del Libro de Reyes —según los judíos Jeremías—, quiso describir la sabiduría del joven rey Salomón, recurrió a aquel pasaje en el que el hijo de David ordena cortar a un niño en dos para averiguar quién es su madre, y entregar al niño a la mujer que no quiere matarlo. Menos mal que fue Salomón quien tomó aquella difícil decisión y no alguna autoridad orgánica del PSdeG, porque a buen seguro no habría sitio en el paraíso para acoger a tanto niño rebanado. Y no me refiero a nadie, me refiero a todos, a los que han hecho del PSdeG un espacio de enfrentamiento interno permanente que hace del conflicto el modus vivendi de esta organización y del «sácate tú que me pongo yo» su modelo de acción orgánica.
No defiendo las políticas sobre las VUT (viviendas de uso turístico) en Santiago, que buscan responsabilizar a un sector de la falta y la carestía actual de los inmuebles, y desviar la mirada de la ausencia total de políticas de vivienda en los últimos 15 años, de las que son responsables el PP, Compostela Aberta y el PSOE a partes iguales. Pero como esto va por modas, y el anuncio de Collboni de ilegalizar las VUT en 2028 marcará tendencia socialista en los próximos años, probablemente el grupo municipal tenga razón, aunque esto aleje más al PSOE de las clases medias, como en Francia, resultado de que el socialismo europeo de hoy frecuenta más las redes que las bibliotecas y se deja llevar más del extremo facilón que del virtuoso centro, tan difícil de explicar, la crisis de la socialdemocracia.
Pero esto no le importa a nadie en el PSOE, lo que importa es quién agarra la silla, quién manda, y ese debate, más allá del conflicto interno, se produce, a nivel municipal, en los límites de la democracia. Por eso dice Aitor Bouza, que como es obvio, no goza de la prudencia ni la sabiduría del joven Salomón, que «nadie está por encima del partido», en muy desafortunada apreciación de los compostelanos, porque si algo debe saber un líder municipal es que por encima del partido están los ciudadanos, que nadie tiene legitimidad democrática para imponer decisiones a los representantes elegidos por la ciudadanía, y mucho menos en el ámbito municipal.
No importa lo que digan los estatutos ni las normas internas de una organización, una cosa es que los partidos puedan orientar la línea política y otra muy diferente es que las decisiones concretas de Gobierno las tomen personas que los ciudadanos no elegimos, Y mucho más expulsar a un concejal por ejercer el rol que los votos le dieron. Eso es, simplemente, un secuestro de la representación ciudadana.
Especialmente en una agrupación como la de Santiago, que hace tiempo que no existe, que está rellenada con militantes de otros lugares, ajena a la ciudadanía compostelana, y pretendida como puesto de colocación por hijos y familiares de viejos militantes que controlan los resortes. Y donde el conflicto de las VUT es solo otro pretexto para alimentar esa guerra interna por los cargos institucionales y por el control orgánico en la provincia. Hace falta un rey Salomón, no vale esconderse, hay que tomar partido, hay que elegir entre el grupo municipal o la irrelevancia.