CGPJ: mirar al futuro para buscar el prestigio perdido
OPINIÓN
Acaba de anunciarse otro acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Tras un lustro con el órgano en funciones, parece que esta vez, porque antes hubo tres intentos, se pondrá fin a la interinidad del órgano de gobierno de uno de los tres poderes, el judicial. Una noticia que, si no fuera por lo tardío del acuerdo, sería recibida con la normalidad con la que aceptamos la celebración de elecciones para conformar el poder Legislativo o la constitución del Gobierno que constituye el poder Ejecutivo.
El acuerdo alcanzado, perfectible como todos, sortea algunos defectos que padecieron los anteriores: no incluye la designación de la presidencia del CGPJ, que viene reservada legalmente a los vocales; ninguno de sus integrantes provienen directamente del mundo de la política; finalmente, se reconoce que es precisa una reforma integral que trate de superar los problemas que padece la institución. A ello se suma que, por el momento, las candidaturas postuladas actúan con prudencia, sin realizar declaraciones públicas mientras no conste oficialmente su designación.
La futura reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, a la que alude el acuerdo de renovación del CGPJ, debiera adoptarse en el modo en que se suscribió el pacto de Estado por la justicia, es decir, consensuadamente. La forma de elección del CGPJ, el modo en que pueden objetivarse los nombramientos judiciales concretando los méritos, reduciendo la discrecionalidad y garantizando la transparencia, o la posibilidad de que se prevea legalmente el cese automático de las vocalías una vez finalice el mandato de cinco años que dispone el artículo 122.3 de la Constitución, son materias en las que, seguramente de modo trabajoso, podrían coincidir las plurales sensibilidades llamadas a participar en la reforma judicial.
Este nuevo CGPJ debiera, por tanto, mirar al futuro, desterrando prácticas anteriores que han dañado gravemente la imagen de neutralidad que debiera mantener este órgano. Sus futuros vocales deberían conjurarse para actuar con altura de miras y sentido de Estado, buscando recuperar el prestigio perdido de la institución y no afectar a la imparcialidad que debe caracterizar a la judicatura. Es posible, si hay voluntad de acuerdo, de conformación transversal de las decisiones y de superar las diferencias para reconciliar al CGPJ con la judicatura y la sociedad.
Este acuerdo, además, quizá debiera ser el inicio de una forma de entendimiento cívico del que andamos escasos. Últimamente no abundan los ejemplos de acuerdos entre diferentes, de compromisos de sensibilidades diversas que intentan superar las diferencias que dividen a la sociedad, en ocasiones de modo irreconciliable. Si es posible ceder en las posiciones de cada cual y alcanzar acuerdos para que las instituciones funcionen mejor, para que atiendan las necesidades que toda sociedad requiere afrontar, también debe serlo para que en el debate público suceda otro tanto, superando diferencias que nos dividen y distraen de lo principal, que es intentar conformar una sociedad mejor, que no abandone a nadie a su suerte y que, contra lo que algunos opinan, esté presidida por la justicia social.